conoZe.com » bibel » Documentos » Juan Pablo II » Encíclicas de Juan Pablo II » Redemptoris missio » Capítulo VI.- Responsables y Agentes de la Pastoral Misionera

Fecundidad misionera de la consagración

69. En la inagotable y multiforme riqueza del Espíritu se sitúan las vocaciones de los Institutos de vida consagrada, cuyos miembros, «dado que por su misma consagración se dedican al servicio de la Iglesia ... están obligados a contribuir de modo especial a la tarea misional, según el modo propio de su Instituto».[140] La historia da testimonio de los grandes méritos de las Familias religiosas en la propagación de la fe y en la formación de nuevas Iglesias: desde las antiguas Instituciones monásticas, las Ordenes medievales y hasta las Congregaciones modernas.

a) Siguiendo el Concilio, invito a los Institutos de vida contemplativa a establecer comunidades en las jóvenes Iglesias, para dar «preclaro testimonio entre los no cristianos de la majestad y de la caridad de Dios, así como de unión en Cristo».[141] Esta presencia es beneficiosa por doquiera en el mundo no cristiano, especial mente en aquellas regiones donde las religiones tienen en gran estima la vida contemplativa por medio de la ascesis y la búsqueda del Absoluto.

b) A los Institutos de vida activa indico los inmensos espacios para la caridad, el anuncio evangélico, la educación cristiana, la cultura y la solidaridad con los pobres , los discriminados, los marginados y oprimidos. Estos Institutos, persigan o no un fin estrictamente misionero, se deben plantear la posibilidad y disponibilidad a extender su propia actividad para la expansión del Reino de Dios. Esta petición ha sido acogida en tiempos más recientes por no pocos Institutos, pero quisiera que se considerase mejor y se actuase con vistas a un auténtico servicio. La Iglesia debe dar a conocer los grandes valores evangélicos de que es portadora; y nadie los atestigua más eficazmente que quienes hacen profesión de vida consagrada en la castidad, pobreza y obediencia, con una donación total a Dios y con plena disponibilidad a servir al hombre y a la sociedad, siguiendo el ejemplo de Cristo.[142]

70. Quiero dirigir unas palabras de especial gratitud a las religiosas misioneras, en quienes la virginidad por el Reino se traduce en múltiples frutos de maternidad según el espíritu. Precisamente la misión ad gentes les ofrece un campo vastísimo para «entregarse por amor de un modo total e indiviso».[143] El ejemplo y la laboriosidad de la mujer virgen, consagrada a la caridad hacia Dios y el prójimo, especialmente el más pobre, son indispensables como signo evangélico entre aquellos pueblos y culturas en que la mujer debe realizar todavía un largo camino en orden a su promoción humana y a su liberación. Es de desear que muchas jóvenes mujeres cristianas sientan el atractivo de entregarse a Cristo con generosidad, encontrando en su consagración la fuerza y la alegría para dar testimonio de él entre los pueblos que aún no lo conocen.

Notas

[140] C.I.C., cán. 783.

[141] Decr. Ad gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, 40.

[142] Cf. Pablo VI, Exh. Ap. Evangelii nuntiandi, 69: l.c., 58 s.

[143] Cart. Ap. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), 20: AAS 80 (1988), 1703.

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