conoZe.com » bibel » Documentos » Juan Pablo II » Exhortaciones Apostólicas de Juan Pablo II » Ecclesia in Africa » Capítulo IV.- En la Perspectiva del Tercer Milenio Cristiano

I.- Los desafíos actuales

72. La Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos ha sido convocada para que la Iglesia de Dios, extendida por el continente, reflexione sobre su misión evangelizadora con vistas al tercer milenio, y prepare «una orgánica solidaridad pastoral en todo el territorio africano e islas adyacentes».137 Esta misión implica, como se ha subrayado anteriormente, urgencias y desafíos, debidos a profundos y rápidos cambios de las sociedades africanas y a los efectos derivados de la expansión de una civilización planetaria.

Necesidad del Bautismo

73. La primera urgencia es naturalmente la evangelización misma. Por un lado, la Iglesia debe asimilar y vivir cada vez mejor el mensaje que el Señor le ha confiado. Por otro, debe testimoniar y anunciar este mensaje a cuantos todavía no conocen a Jesucristo. En efecto, es para ellos que el Señor dijo a los Apóstoles: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes» (Mt 28, 19).

Como en Pentecostés, la predicación del kerigma tiene como finalidad natural llevar a quien escucha a la metanoia y a recibir el Bautismo: «El anuncio de la Palabra de Dios tiende a la conversión cristiana, es decir, a la adhesión plena y sincera a Cristo y a su Evangelio mediante la fe».138 La conversión a Cristo, además, «está relacionada con el bautismo, no sólo por la praxis de la Iglesia, sino por voluntad del mismo Cristo, que envió a hacer discípulos a todas las gentes y a bautizarlas (cf. Mt 28, 19); está relacionada también por la exigencia intrínseca de recibir la plenitud de la nueva vida en él: «En verdad, en verdad te digo: —enseña Jesús a Nicodemo— el que no nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios» (Jn 3, 5). En efecto, el bautismo nos regenera a la vida de los hijos de Dios, nos une a Jesucristo y nos unge en el Espíritu Santo: no es un mero sello de la conversión, como un signo exterior que la demuestra y la certifica, sino que es un sacramento que significa y lleva a cabo este nuevo nacimiento por el Espíritu; instaura vínculos reales e inseparables con la Trinidad; hace miembros del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia».139 Por lo tanto, un itinerario de conversión que no llegase al bautismo se quedaría a mitad de camino.

En verdad, los hombres de buena voluntad que, sin ninguna culpa por su parte, no reciben el anuncio evangélico, pero viven en armonía con su conciencia según la ley de Dios, serán salvados por Cristo y en Cristo. De hecho, para todo ser humano existe siempre en acto la llamada de Dios, que espera ser reconocida y acogida (cf. 1 Tim 2, 4). Precisamente para facilitar este reconocimiento y esta acogida, a los discípulos de Cristo se les pide que no descansen hasta que el gozoso mensaje de la salvación no sea llevado a todos.

Urgencia de la evangelización

74. El Nombre de Jesucristo es el único por el cual nosotros podemos salvarnos (cf. Hch 4, 12). Ya que en África existen millones de personas aún no evangelizadas, la Iglesia se encuentra ante la tarea, necesaria y urgente, de proclamar la Buena Nueva a todos, y conducir a aquellos que escuchan al bautismo y a la vida cristiana. «La urgencia de la actividad misionera brota de la radical novedad de vida, traída por Cristo y vivida por sus discípulos. Esta nueva vida es un don de Dios, y al hombre se le pide que lo acoja y desarrolle, si quiere realizarse según su vocación integral, en conformidad con Cristo».140 Esta nueva vida en la originalidad radical del Evangelio implica también rupturas con las costumbres y la cultura de cualquier pueblo de la tierra, porque el Evangelio nunca es un producto interno de un determinado país, sino que siempre «viene de fuera», viene de lo Alto. Para los bautizados el gran desafío es siempre la coherencia de una existencia cristiana conforme con los compromisos del Bautismo, que significa muerte al pecado y resurrección cotidiana a una vida nueva (cf. Rm 6, 4-5). Sin esta coherencia, los discípulos de Cristo difícilmente podrán ser «sal de la tierra» y «luz del mundo» (Mt 5, 13.14). Si la Iglesia en África se compromete con valentía y sin titubeos en este camino, la Cruz podrá ser plantada en todas las partes del continente para la salvación de los pueblos que no tienen miedo de abrir las puertas al Redentor.

Importancia de la formación

75. En todos los sectores de la vida eclesial la formación es de capital importancia. En efecto, nadie puede conocer realmente las verdades de fe que nunca ha tenido ocasión de aprender, ni puede realizar obras para las que jamás ha sido educado. Por eso «es preciso preparar, motivar y fortalecer a toda la comunidad para la evangelización, a cada uno según su función específica dentro de la Iglesia».141 Esto vale también para los Obispos, los presbíteros, los miembros de Institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida apostólica, los de los Institutos seculares y para todos los fieles laicos.

La formación misionera debe ocupar un lugar privilegiado. Es «obra de la Iglesia local con la ayuda de los misioneros y de sus Institutos, así como de los miembros de las Iglesias jóvenes. Esta labor ha de ser entendida no como algo marginal, sino central en la vida cristiana».142

El programa de formación incluirá, de modo particular, la preparación de los laicos para desarrollar plenamente su papel de animación cristiana del orden temporal (político, cultural, económico, social), que es compromiso característico de la vocación secular del laicado. A este propósito, se debe animar a laicos competentes y motivados a comprometerse en la acción política,143 en la cual, mediante un ejercicio digno de los cargos públicos, puedan «procurar el bien común y preparar al mismo tiempo el camino al Evangelio».144

Profundización de la fe

76. La Iglesia en África, para ser evangelizadora, debe comenzar «por evangelizarse a sí misma... Tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del amor. Pueblo de Dios inmerso en el mundo y, con frecuencia, tentado por los ídolos, necesita saber proclamar las grandezas de Dios».145

Hoy en África «la formación de la fe... ha quedado muy frecuentemente en el estadio elemental, y las sectas obtienen fácilmente ventajas de esta ignorancia».146 Por esto es urgente una seria profundización de la fe, porque la rápida evolución de la sociedad ha hecho surgir nuevos desafíos, vinculados en particular a los fenómenos de desarraigo familiar, urbanización, desocupación, así como a las múltiples seducciones materialistas, a una cierta secularización y a una especie de trauma intelectual que provoca la avalancha de ideas insuficientemente cribadas, difundidas por los medios de comunicación social.147

La fuerza del testimonio

77. La formación debe tratar de dar a los cristianos no solamente una preparación técnica para transmitir mejor los contenidos de la fe, sino también una convicción personal profunda para testimoniarlos eficazmente en la vida. Por tanto, todos los que son llamados a proclamar el Evangelio procurarán actuar con total docilidad al Espíritu, el cual «hoy igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y conducir por Él».148 «Las técnicas de evangelización son buenas, pero ni las más perfeccionadas podrían reemplazar la acción discreta del Espíritu. La preparación más refinada del evangelizador no consigue absolutamente nada sin Él. Sin Él, la dialéctica más convincente es impotente sobre el espíritu de los hombres. Sin Él, los esquemas más elaborados sobre bases sociológicas o psicológicas se revelan pronto desprovistos de todo valor».149

Un verdadero testimonio por parte de los creyentes es hoy esencial en África para proclamar de manera auténtica la fe. En particular, es necesario que den testimonio de un sincero amor recíproco. «"Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo" (Jn 17,3). Fin último de la misión es hacer partícipes de la comunión que existe entre el Padre y el Hijo: los discípulos deben vivir la unidad entre sí, permaneciendo en el Padre y en el Hijo, para que el mundo conozca y crea (cf. Jn 17, 21-23). Es éste un significativo texto misionero que nos hace entender que se es misionero ante todo por lo que se es, en cuanto Iglesia que vive profundamente la unidad en el amor, antes de serlo por lo que se dice o se hace».150

Inculturar la fe

78. Con la profunda convicción de que «la síntesis entre cultura y fe no es solamente una exigencia de la cultura, sino también de la fe», porque «una fe que no se hace cultura es una fe no acogida plenamente, no enteramente pensada, no fielmente vivida»,151 la Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos ha considerado la inculturación una prioridad y una urgencia en la vida de las Iglesias particulares en África: sólo así el Evangelio podrá tener sólidas raíces en las comunidades cristianas del continente. Siguiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano II,152 los Padres sinodales han interpretado la inculturación como un proceso que comprende toda la vida cristiana —teología, liturgia, costumbres, estructuras—, sin cercenar obviamente el derecho divino y la gran disciplina de la Iglesia, enriquecida durante los siglos por extraordinarios frutos de virtud y de heroísmo.153

El desafío de la inculturación en África es hacer que los discípulos de Cristo puedan asimilar cada vez mejor el mensaje evangélico, permaneciando fieles a todos los valores africanos auténticos. Inculturar la fe en todos los sectores de la vida cristiana y humana se presenta, pues, como una tarea ardua, que para su realización exige la asistencia del Espíritu del Señor, que conduce a la Iglesia a la verdad plena (cf. Jn 16, 13).

Una comunidad reconciliada

79. El desafío del diálogo es, en el fondo, el desafío de la transformación de las relaciones entre los hombres, entre las naciones y entre los pueblos en la vida religiosa, política, económica, social y cultural. Es el desafío del amor de Cristo por todos los hombres, amor que el discípulo debe reflejar en su vida: «En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros» (Jn 13, 35).

«La evangelización continúa el diálogo de Dios con la humanidad, un diálogo que alcanza su vértice en la persona de Jesucristo».154 Por medio de la Cruz, Él ha destruido en sí mismo la enemistad (cf. Ef 2, 16) que divide y aleja a los hombres unos de otros.

Ahora, no obstante la civilización contemporánea de la «aldea global», en África como en otras partes del mundo el espíritu de diálogo, paz y reconciliación está lejos de habitar en el corazón de todos los hombres. Las guerras, conflictos, actitudes racistas y xenófobas aún dominan demasiado el mundo de las relaciones humanas.

La Iglesia en África siente la exigencia de ser para todos, gracias al testimonio ofrecido por sus hijos e hijas, lugar de auténtica reconciliación. Así, perdonados y reconciliados mutuamente, podrán llevar al mundo el perdón y la reconciliación que Cristo, nuestra Paz (cf. Ef 2, 14), ofrece a la humanidad mediante su Iglesia. En caso contrario, el mundo parecería cada vez más un campo de batalla, donde sólo cuentan los intereses egoístas y donde reina la ley de la fuerza, que aleja inevitablemente a la humanidad de la deseada civilización del amor.

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