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Conclusión.- Consagración a María

" Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer,

vestida del sol " (Ap 12, 1)

La mujer, el dragón y el niño

122. El proceso histórico de la Iglesia va acompañado por " signos " que están a la vista de todos, pero que necesitan una interpretación. Entre ellos, el Apocalipsis pone " una gran señal " aparecida en el cielo, que habla de la lucha entre la mujer y el dragón.

La mujer vestida de sol que está para dar a luz entre los dolores del parto (cf. Ap 12, 1-2), puede ser considerada como el Israel de los profetas que engendra al Mesías " que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro " (Ap 12, 5; cf. Sal 2, 9). Pero es también la Iglesia, pueblo de la nueva Alianza, a merced de la persecución y, sin embargo, protegida por Dios. El dragón es " la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero " (Ap 12, 9). La lucha es desigual: parece tener ventaja el dragón, por su arrogancia ante la mujer inerme y dolorida. En realidad, quien resultavencedor es el hijo que la mujer da a luz. En esta contienda hay una certeza: el gran dragón ya ha sido derrotado, " fue arrojado a la tierra y sus Ángeles fueron arrojados con él " (Ap 12, 9). Lo han vencido Cristo, Dios hecho hombre, con su muerte y resurrección, y los mártires " gracias a la sangre del Cordero y a la palabra de testimonio que dieron, porque despreciaron su vida ante la muerte " (Ap 12, 11). Y, aunque el dragón continúe su lucha, no hay que temer porque ya ha sido derrotado.

123. Ésta es la certeza que anima a la Iglesia en su camino, mientras en la mujer y en el dragón reconoce su historia de siempre. La mujer que da a luz al hijo varón nos recuerda también a la Virgen María, sobre todo en el momento en que, traspasada por el dolor a los pies de la Cruz, engendra de nuevo al Hijo como vencedor del príncipe de este mundo. Es confiada a Juan y éste, a su vez, confiado a Ella (cf. Jn 19, 26- 27), convirtiéndose así en Madre de la Iglesia. Merced al vínculo especial que une a María con la Iglesia y a la Iglesia con María, se aclara mejor el misterio de la mujer: " Pues María, presente en la Iglesia como madre del Redentor, participa maternalmente en aquella "dura batalla contra el poder de las tinieblas" que se desarrolla a lo largo de toda la historia humana. Y por esta identificación suya eclesial con la "mujer vestida de sol" (Ap 12, 1), se puede afirmar que "la Iglesia en la beatísima Virgen ya llegó a la perfección, por la que se presenta sin mancha ni arruga" ".[192]

124. Por tanto, toda la Iglesia dirige su mirada a María. Gracias a la gran multitud de santuarios marianos diseminados por todas las naciones del Continente, la devoción a María es muy viva y extendida entre los pueblos europeos.

Iglesia en Europa, continua, pues, contemplando a María y reconoce que ella está " maternalmente presente y partícipe en los múltiples y complejos problemas que acompañan hoy la vida de los individuos, de las familias y de las naciones ", y que es auxiliadora del " pueblo cristiano en la lucha incesante entre el bien y el mal, para que "no caiga" o, si cae, "se levante" ".[193]

Oración a María, madre de la esperanza

125. En esta contemplación, animada por auténtico amor, María se nos presenta como figura de la Iglesia que, alentada por la esperanza, reconoce la acción salvadora y misericordiosa de Dios, a cuya luz comprende el propio camino y toda la historia. Ella nos ayuda a interpretar también hoy nuestras vicisitudes bajo la guía de su Hijo Jesús. Criatura nueva plasmada por el Espíritu Santo, María hace crecer en nosotros la virtud de la esperanza.

A ella, Madre de la esperanza y del consuelo, dirigimos confiadamente nuestra oración: pongamos en sus manos el futuro de la Iglesia en Europa y de todas las mujeres y hombres de este Continente:

María, Madre de la esperanza,

¡camina con nosotros!

Enséñanos a proclamar al Dios vivo;

ayúdanos a dar testimonio de Jesús,

el único Salvador;

haznos serviciales con el prójimo,

acogedores de los pobres, artífices de justicia,

constructores apasionados

de un mundo más justo;

intercede por nosotros que actuamos

en la historia

convencidos de que el designio

del Padre se cumplirá.

Aurora de un mundo nuevo,

¡muéstrate Madre de la esperanza

y vela por nosotros!

Vela por la Iglesia en Europa:

que sea trasparencia del Evangelio;

que sea auténtico lugar de comunión;

que viva su misión

de anunciar, celebrar y servir

el Evangelio de la esperanza

para la paz y la alegría de todos.

Reina de la Paz,

¡protege la humanidad del tercer milenio!

Vela por todos los cristianos:

que prosigan confiados por la vía de la unidad,

como fermento

para la concordia del Continente.

Vela por los jóvenes,

esperanza del mañana:

que respondan generosamente

a la llamada de Jesús;

Vela por los responsables de las naciones:

que se empeñen en construir una casa común,

en la que se respeten la dignidad

y los derechos de todos.

María, ¡danos a Jesús!

¡Haz que lo sigamos y amemos!

Él es la esperanza de la Iglesia,

de Europa y de la humanidad.

Él vive con nosotros,

entre nosotros, en su Iglesia.

Contigo decimos

" Ven, Señor Jesús " (Ap 22,20):

Que la esperanza de la gloria

infundida por Él en nuestros corazones

dé frutos de justicia y de paz.

Roma, en San Pedro, 28 de junio de 2003, Vigilia de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, vigésimo quinto de Pontificado.

Notas

[192] Carta enc. Redemptoris Mater (25 marzo 1987), 47: AAS 79 (1987), 426.

[193] ibíd., 52: l.c., 432; cf. Propositio 40.

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