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Siglo XVIII
Introducción
Es el siglo de las luces. Es decir, unos escritores, educados en el cristianismo, muchos de ellos con los jesuitas, se llamaron filósofos y quisieron juzgar todas las cosas según las «luces» de la razón y no de la fe y de la revelación, a la que consideraban oscura y retrógrada. A este movimiento se la ha llamado Ilustración, una auténtica máquina anticristiana.
Este culto a la razón tiene su origen en la manera de pensar que lanzó el filósofo Descartes y el físico Newton, sin ellos tal vez quererlo ni pretenderlo. Y las tres figuras señeras de la Ilustración francesa serán Voltaire —caústico, irreligioso; sintetiza y divulga la filosofía y se adentra en el campo de la historia social-, Montesquieu —crítica social en sus Cartas Persas-, y Rousseau. El gran filósofo del siglo es el alemán Emmanuel Kant. Con él triunfa plenamente la razón con sus libros «Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica, Crítica del juicio». ¡Se alzaba la razón como diosa sobre el altar de la filosofía!
Curiosamente la primacía de la razón en este siglo no impidió que, a finales del siglo XVIII, cundiera el gusto por el esoterismo y nuevas formas de sentimiento religioso. Insatisfecho del racionalismo árido de Voltaire, Rousseau quiere devolver su lugar al sentimiento en una religión natural. De este modo logra que la religión sobrenade a la revolución y prepara el romanticismo, que tendrá su auge en el siglo XIX.
I. Sucesos
La ilustración
No es una opinión filosófica, o un mero sistema. Es uno de esos grandes movimientos históricos, donde se da el paso del mundo medieval y feudal a un mundo nuevo, donde se ve el mundo, no en relación a Dios, sino en su visión laica y materialista.
Es una continuación del movimiento iniciado en el renacimiento, donde se tendía a liberar la vida y las actuaciones humanas de la autoridad eclesiástica y someterlas a la propia iniciativa. En este sentido, la ilustración es el tránsito al laicismo, al indiferentismo y al naturalismo. El orden sobrenatural no les interesa nada a los hombres de la ilustración; quieren progresar y no piensan renunciar al mundo sino en usarlo, disfrutar de él, someterlo con su inteligencia y su trabajo. Les estorba el viejo orden social, y, en parte, también la iglesia, porque se opone a su progreso, dicen ellos.
Por eso, podemos decir también que la ilustración, al menos en ciertos puntos, es un peligro para el cristianismo. Estos son los puntales de este movimiento:
· Negación de todo dogma de la fe y de la revelación: Sólo es científico lo que se puede demostrar con la razón, pues la razón es la única que puede conocer e interpretar la realidad. Los dogmas —dicen- por contradecir a la razón no son científicos. Son mitos. Se quiere una religión para el pueblo, donde Dios, sí es la garantía del orden, pero se queda arriba, sin preocuparse del mundo; es como el Gran Relojero, dice Voltaire, pero no es Padre, es como un jubilado en reserva. A esta concepción de Dios se llama deísmo, una religión natural conforme a la razón y que excluye toda revelación. Cada hombre debía dar culto a Dios en la forma que lo considerara conveniente, sin sujetarse a ritos eclesiásticos. A esto se llama también moral natural, sin dogmas fijos e indiscutibles, y en cuya base está no la religión sino el honor, la honestidad, el servicio.
· Negación del alma: todo se interpreta desde el punto de vista materialista, fundado en bases científicas. El alma —dicen estos ilustrados- no la podemos ver ni tocar, porque no existe.
· Negación de la caridad cristiana: propone una benevolencia hacia el prójimo o filantropía, desligada de Dios. Los masones se inspirarán en esta idea ilustrada.
· Lucha contra la Iglesia católica: La Iglesia se distingue —dicen- por su intolerancia e intransigencia. Por tanto, guerra a muerte a la Iglesia, pues es una traba contra la felicidad del hombre. Voltaire exclama: «¡Aplastemos a la intolerante!», refiriéndose a la Iglesia.
Y éstos son los representantes de la ilustración:
· Voltaire, enemigo acérrimo de la iglesia católica, a la que llamó la intolerante y oscurantista. Defensor decidido del deísmo, pretende despojarlo de todo ligamen con el cristianismo y la iglesia, y, para ello, utiliza en sus escritos una mofa descarada.
· Rousseau, con su contrato social, en el que proclamó la igualdad de derechos de todos los ciudadanos, en contra de la rígida división de clases establecidas por las monarquías. Negaba también la realidad, y para nosotros dogma, del pecado original. Él decía que el hombre es bueno por naturaleza; y por lo tanto, todo lo que hace es bueno.
· Montesquieu en sus Cartas Persas censuró el estado de la iglesia en Francia. En su obra «El Espíritu de las leyes» defendió la teoría de la separación de los poderes públicos —legislativo, ejecutivo y judicial- para evitar la arbitrariedad de los reyes absolutistas.
· Los enciclopedistas Diderot, D´Alembert, que ni admitían la religión ni las antiguas instituciones políticas y, en cambio, deseaban romper con el pasado. Fueron los padres intelectuales de la Revolución Francesa.
Esta ilustración engendró el librepensamiento. Cundió la incredulidad y fue el comienzo de la masonería comenzada en Inglaterra en 1717, por inspiración de Eduardo Herber, Thomas Hobbes y John Locke, deístas, protestantes y burgueses.
¿Qué es la masonería?
Las logias masónicas eran sociedades secretas para destruir a la iglesia católica. Después, se extendieron en Francia, por obra de Pedro Bayle, Voltaire, Diderot, D´Alembert, Montesquieu, Candillac. De Francia pasó a Alemania, donde fue acogida en la corte de Federico II, profesada por Lessing, Goethe, Schiller y Kant.
Los masones tienen relación con los albañiles o constructores libres, creados en la Edad Media por la iglesia para la construcción de catedrales. Como todas las demás sociedades de artesanos, el gremio de los albañiles tuvo su organización profesional, costumbres, festividades y sus diversos grados de iniciación: aprendices, oficiales y maestros; sus lugares de reunión, las logias; sus insignias: reglas, compases, triángulos, mandiles, etc. Este gremio de albañiles en un inicio tenían sus secretos técnicos de construcción y sus señales características para distinguirse entre ellos.
Cuando estos gremios perdieron su razón de ser, subsistieron, sin embargo, como confraternidades o asociaciones de caridad, que gozaban de grandes privilegios y exenciones. Hasta ahora, nada que no sea eminentemente cristiano.
Pero el 24 de junio de 1717, Teófilo Desagulier, de familia de hugonotes huidos de Francia, logra unificar las cuatro logias que quedaban con vida en Londres y fundar con ellas la Gran Logia londinense. Por medio de ella se propone propagar las ideas deístas, el librepensamiento, la tolerancia y el filantropismo, propios de la Ilustración. Ya veremos después qué respuesta dará la Iglesia a la masonería.
Prosigamos con la ilustración. ¿Qué rasgos positivos tuvo la ilustración?
Trajo consigo también progresos en algunos órdenes, al permitirse la iniciativa y la creatividad. Baste recordar en el campo científico los nombres de Newton, Galván, Franklin, Volta, Montgolfier, Lavoisier, Bufón o Linneo, con sus asombrosos descubrimientos.
Incluso trajo ventajas para la religión. Ante tantas críticas y ataques, comienza a cultivarse la apologética, la pastoral, la catequética, la patrología, la historia eclesiástica, la liturgia y el derecho canónico. No hay mal que por bien no venga. La misma Iglesia va superando nacionalismos estrechos. A su vez, la separación profunda entre la iglesia y el estado rompe, aunque dolorosamente, las cadenas que esclavizaban a la iglesia, le da una gran libertad de movimientos y acentúa su romanidad, es decir, el sentido de mayor unidad con el papa, su cabeza.
Pero también la ilustración aportó rasgos negativos. Influye en la descristianización de buenas parte de la sociedad; el escepticismo va inundando casi todo, quitando de en medio la filosofía tradicional. También redujo a la iglesia a un grado de condición ínfima al separar de ella a la gente más culta y dejarla debilitada a base de secularizaciones y desamortizaciones; y la unció al carro del estado en los países que se siguieron llamando católicos.
Las ideas de la ilustración se hacen realidad palpable en la revolución, primero en Francia, y, más tarde, en las demás naciones. Sigue estando presente en el siglo XIX y su influencia ha llegado hasta nuestros días.
Frutos de la ilustración:
Los movimientos despóticos del febronianismo y josefismo
Si en el siglo XVII surgió el galicanismo y el regalismo en Francia, en este siglo XVIII surgió el febronianismo en Alemania y el josefismo en Austria. En otros países también calaron las ideas galicanas.
Febronio,obispo coadjutor de Tréveris (1763) llegó a decir lo siguiente: Jesucristo dio el poder de las llaves, no sólo a Pedro, sino a todos los fieles; y éstos lo delegan en el papa y en los obispos; el papa, sigue diciendo, es superior a cada uno de los obispos, pero no a todos los obispos conjuntamente; su primado es sólo de honor, no de jurisdicción; por tanto, no obliga la obediencia al papa.
José II, emperador de Austria quiso intervenir en la iglesia hasta el punto que sometió a los obispos al estado. Éstos no podían publicar documentos sin su autorización; limitó su facultad de recurrir al papa; suprimió algunas órdenes religiosas, entre ellas la Compañía de Jesús; señaló los libros de texto para la teología, derecho e historia eclesiástica; abolió los seminarios existentes, instituyendo cuatro mayores, a quienes los demás estaban sometidos, y cuyos formadores eran jansenistas y regalistas. Llegó a reglamentar el culto, los entierros, el uso de las campanas, las velas que se deben poner en el altar.
Carlos III, en España, también atacó fuertemente la iglesia católica y expulsó a los jesuitas de España. Supo rodearse de buenos ministros y colaboradores, alguno de ellos aquejado de ideas enciclopedistas y exageradamente regalistas. Uno fue el conde de Aranda, el cual se gloriaba de ser amigo de Voltaire; el conde de Floridablanca, que arrancó del papa Clemente XIV la supresión de la Compañía de Jesús.
El sínodo jansenista de Pistoya de 1786, en Italia, donde se confirmaron todas estas ideas ilustradas y el regalismo. Fue condenado por el papa Pío VI.
¿Qué tramaron estos movimientos ilustrados contra los jesuitas?
Estos movimientos despóticos atacan a la religión y apuntan el golpe al principal bastión cultural de la Iglesia: la Compañía de Jesús.
Así comienza el calvario de los jesuitas. En 1759 son expulsados de Portugal, por obra del marqués de Pombal, librepensador y ambicioso, que veía en la nobleza y el clero, especialmente en los jesuitas, a los enemigos más declarados del absolutismo regio y de todo progreso; en 1764, de Francia; y en 1767, de España, y de sus respectivos imperios coloniales. Poco después por la presión borbónica, Clemente XIV decretará su extinción en 1773[199].
Los jesuitas soportan el golpe con entereza. Tuvieron que dejar las tierras de misiones. El mismo papa Clemente XIV hizo encerrar al último general de los jesuitas, que murió en prisión. En Portugal, el marqués de Pombal hizo ejecutar a más de ochenta jesuitas. En 1815 será restablecida la Compañía de Jesús, por orden del papa Pío VII.
La iglesia, privada de su obra predilecta, responderá con cierta ineficacia a la crítica y a las sanciones —excomuniones, penas eclesiásticas...- Hacía falta la organización y la táctica de la Compañía de Jesús para responder al enemigo con sus mismos medios: medios de comunicación social, prensa, y así introducir a la iglesia en el pensamiento moderno, como lo habían hecho en el siglo XVI. Quedaban desatendidos los colegios, las misiones populares, las misiones extranjeras, las actividades culturales.
Pero vayamos un poco a la historia de este corona de espinas de los jesuitas. Todo comienza desde el rey español Fernando VI, con ocasión de los sucesos del Paraguay y de las famosas reducciones, que, como método misional, venían utilizando aquellos allí desde el siglo XVII. El Tratado de Límites que se firma entre España y Portugal en 1750, obliga a entregar varias de estas reducciones a los portugueses con no poco detrimento de las mismas.
Los jesuitas no se rebelaron contra la Corona, como se hizo creer en España, pero vieron en el traslado la ruina de toda una obra de cultura y evangelización y trataron por todos los medios de aliviar los sufrimientos de aquella pobra gente, presa en buena parte de los bandidos de la frontera.
Entonces, fueron expulsados de Francia y Portugal. Lo mismo se hizo en España por la pragmática de Carlos III de 20 de febrero de 1767, a instancias de sus ministros Aranda, Campomanes y Roda, y de José Nicolás de Azara, agente de España en Roma.
Cuando se enteró el papa Clemente XIII manda el breve «Inter acerbissima» a Carlos III, que empieza con estas palabras: «¡Tú también, hijo mío; tú, rey católico, habías de ser el que llenara el cáliz de nuestras amarguras y empujara al sepulcro a nuestra desdichada vejez entre lutos y lágrimas!».
Tantas fueron las calumnias contra los jesuitas, que se tomaron contra ellos medidas muy duras: fueron cerradas sus casas, fueron secuestrados sus bienes, se les acusó de terribles enemigos de la quietud de las monarquías, y se les expulsó de esos países, como ya dijimos. El mismo papa Clemente XIV, hombre tímido, hábil y afable, pero sin experiencia del mundo ni horizontes amplios, la suprimió, por presiones borbónicas, pues los mismos ministros y embajadores le insistieron con amenazas de cisma en sus países. Era el 21 de julio de 1773.
El general de la Compañía, padre Ricci, se limitó a decir: «Yo adoro las disposiciones de Dios». Fue tomado preso y recluido en las prisiones del castillo de Sant´Angelo. Allí murió el 24 de noviembre de 1775. Un año antes había muerto Clemente XIV.
La Compañía de Jesús no se extinguió del todo, pues mientras los países católicos se ensañaron contra ella, Federico II de Prusia y la zarina de Rusia, Catalina II, prohibieron la promulgación del breve en sus estados. De esta manera la Compañía no fue extinguida ni suprimida de un modo absoluto. Una centella perduró viva bajo las cenizas, allá lejos entre las nieves de Rusia y las nebulosas tierras prusianas. Desde allí renacerían los jesuitas al comienzo del siguiente siglo.
Se nos echó encima la revolución francesa
La revolución francesa fue hija legítima de la ilustración, de la que hemos hablado y representó la subida del llamado «tercer estado» a la vida política y la construcción de una Francia burguesa.
Fue un acontecimiento inesperado para todos y, sobre todo, para la iglesia. El carácter antirreligioso de esta revolución está fuera de toda duda. Destronó a Cristo para proclamar los derechos del hombre y redujo toda la vida religiosa a estructura del Estado, identificado con la sociedad.
Analicemos, pues, este suceso de la Historia, de tanta trascendencia para la Iglesia.
1. ¿Cuáles son sus antecedentes?
Tres son los antecedentes de la revolución francesa:
· El triunfo del parlamentarismo en Inglaterra.
· La independencia de los Estados Unidos, donde elaboraron en 1776 la Declaración de los Derechos del Hombre.
· La ilustración francesa, con Montesquieu (el fin de toda política es la libertad, necesidad de una constitución con los tres poderes separados) y Rousseau (la soberanía reside en el pueblo).
2. Causas de la Revolución Francesa
Las ideas políticas esparcidas en el mundo; la situación de Francia invitaba a una salida revolucionaria[200], las actitudes de la sociedad fueron radicales, pues por una parte la nobleza se aferraba a sus privilegios estamentales, negándose a pagar impuestos; por otra, la ambición de la burguesía buscaba cambiar radicalmente el orden establecido.
Ante la tirantez social, el rey no tiene más remedio que convocar los estados generales. La asamblea se divide ante el voto. Los liberales desean el voto personal; los conservadores, el estamental. El 9 de julio una parte de los estados se retira y declara la asamblea nacional, jurando no separarse hasta dar a Francia una constitución. El 14 de ese mes las masas asaltan la Bastilla —fortaleza de los presos políticos.
3. Etapas:
· Asamblea constituyente (1789-1791): supresión de derechos feudales, establecimiento de la constitución civil del clero, Declaración de derechos del hombre y finalmente la constitución.
· Asamblea legislativa (1791-1792): las nuevas elecciones radicalizan totalmente la situación. El poder cae progresivamente en manos de los jacobinos, que eran republicanos exaltados.
· Convención (1792-1795): Toda Europa, asustada ante las nuevas ideas que fluyen desde la Francia atea y revolucionaria, le declara la guerra. Es una guerra para poder salvar los valores de la tradición, la monarquía, el espíritu religioso, que Francia quería destruir. Mientras tanto, en Francia se establece una verdadera dictadura jacobina y viene el período del terror. Robespierre es el dueño de Francia; la guillotina trabaja sin descanso, arrasando con monárquicos, moderados e incluso, revolucionarios como Danton. También guillotinaron al monarca absolutista Luis XVI[201]. La convención abolió el cristianismo e instauró el culto a la libertad y a la razón. Quitó también a los santos del calendario y sustituyó su conmemoración por la de diversas plantas y animales. Los templos fueron vendidos. A los sacerdotes se les exigió la sumisión o la condena a muerte.
República burguesa, el directorio: Se sucede la reacción de los conservadores y se establece una república moderada, a la vez que Francia vence sorprendentemente en todas sus fronteras. El directorio, con Napoleón a la cabeza, penetra en los estados pontificios y arresta al papa Pío VI y lo lleva a Francia, como deportado, donde muere a los pocos días, después de sufrimientos incontables, en 1799. Voltaire rió en su tumba. Opinaron algunos que, con él, moría el último de los papas. El país con el directorio vuelve a una tranquilidad relativa. Comienza a surgir la figura de un general, vencedor en Italia y en Egipto contra Inglaterra; su nombre es Napoleón.
4. Consecuencias de la revolución francesa:
Con la revolución francesa surgen una serie de ideas propias de nuestra época contemporánea, cuyo inicio ella marca. La libertad, el orden constitucional, la soberanía popular, la concepción de nación en torno a una misión histórica...todos estas realidades llegarán a ser los móviles comunes de nuestra vida política.
De esta revolución surge el mundo moderno. Con ella también llegó el fin del Antiguo Régimen con su ordenación estamental y sus antiguos privilegios nobiliarios.
Su lema: «Libertad, igualdad, fraternidad», tiene raíces cristianas, y pasa a formar parte de nuestra mentalidad. Sin embargo, se desarrolla también con gran fuerza el ateísmo, no como fenómeno aislado, sino de masas, y se cometieron bárbaras injusticias en nombre de esos valores de igualdad, no sólo contra la iglesia y la nobleza, sino contra todo moderado y hasta contra los mismos revolucionarios. Fue una época de anarquía y pasión.
Para la vida institucional de la Iglesia la revolución fue un desastre: monjas de clausura ajusticiadas, algunos sacerdotes obligados a hacer juramento a favor de la revolución (llamados «juramentados»), destrucción de monumentos, sustitución del culto religioso católico por el culto de la diosa razón, culto a la nación y al estado; indiferentismo, anticlericalismo.
Nuevas ramas brotaron del protestantismo
Mientras todas estas cosas sucedían en Europa, en Estados Unidos se esparcía, a través de los emigrantes ingleses, el protestantismo de Lutero y el anglicanismo. Este protestantismo venía con otros tintes, más austeros y religiosos.
Los cuáqueros de Fox, crecieron en Estados Unidos, guiados por Guillermo Penn, principalmente en Pensylvania. Se caracterizaban por su exaltación religiosa, su sencillez, su austeridad de costumbres. Decían que Cristo ilumina directamente al alma y le proporciona el conocimiento de las verdades religiosas. Los sacramentos, por tanto, resultaban inútiles. Rechazaban el servicio militar, el juramento, el diezmo, el teatro, el baile y todas las diversiones mundanas.
Los hermanos Juan y Carlos Wesley fundaron el Metodismo, separándose del anglicanismo. Insistieron en la libertad del ser humano, en el carácter universal de la redención y en la llamada a todos a la perfección de la caridad.
Comienza el Imperio napoleónico
En 1799 Napoleón Bonaparte da un golpe de Estado y derriba al directorio. En 1800 establece el consulado, en 1802 se nombra cónsul perpetuo y en 1804 se declara emperador. En el próximo siglo veremos su accionar.
II. Respuesta de la Iglesia
Una Iglesia en peligro
Atrás ya las luchas religiosas del siglo XVI y XVII comienza a aceptarse un nuevo criterio religioso de tolerancia, junto con las delimitaciones entre el mundo protestante, el católico y el ortodoxo.
En el seno del catolicismo la Iglesia vive sin problemas en perfecta simbiosis con el orden social. La iglesia penetra todas las costumbres, el clero está bien formado y es influyente. Se difunde la devoción al Sagrado Corazón, las cofradías y las misiones populares, impulsadas por Francia, España, Italia, Alemania, Austria, Bélgica... La iglesia está perfectamente acomodada, sin percatarse de lo que se viene encima. El peligro se cierne sobre ella.
El papado ha pedido ayuda para luchar contra los protestantes primero y contra los jansenistas, después. Esta dependencia del poder civil llegará a ser una espada de doble filo. Dentro de la iglesia surgen divisiones que son figura de las divisiones de la nación, especialmente en Francia. El poder episcopal se difumina mientras se ensancha el abismo entre bajo clero y alto clero —el bajo clero se siente humillado, pues sabe de antemano que su rango será el de su familia-.
Aparece además un cierto sindicalismo contra el poder episcopal —alentado por el jansenismo-. Por otra parte, dentro de la vocación se vive con cierto acomodo: la vida religiosa promueve y no exige grandes esfuerzos —muy pocas vocaciones a las misiones-. La invasión de las ideas de la ilustración sigue provocando la crisis de conciencia europea: razón, no dogmas; tolerancia, no monopolio religioso; ateísmo y culto civil, no culto religioso. Pululan las logias masónicas y los filósofos...
Comienza el «proceso al cristianismo». ¿Saldrá vivo?
La iglesia se defiende ante la ilustración
La iglesia intenta defenderse contra los ataques con los medios tradicionales: excomunión, privación de sacramentos, recurso al brazo secular, censura de malos libros, peticiones para que intervengan los poderes públicos, obras apologéticas.
Pero también la iglesia aprovechó lo positivo de estos aires de la ilustración; por ejemplo, en Alemania la ilustración católica propuso un retorno a las fuentes, una purificación de las devociones, una renovación de la teología, una mayor tolerancia y una aproximación a los protestantes. Se elaboraron catecismos que pudieron utilizar tanto los protestantes como los católicos. Uno de los representantes más notables de este movimiento es Sailer, sacerdote bávaro, profesor de teología pastoral, que tuvo iniciativas en espiritualidad y practicó un ecumenismo mediante círculos bíblicos interconfesionales.
¿Qué hará la Iglesia ante el problema de los jesuitas?
El ataque a los jesuitas es similar a las persecuciones que sufrió la Iglesia.
¿Por qué los reyes presionaron al papa para que suprimiera la orden? El ministro Pombal en Portugal acusó a los jesuitas de traficantes, con mercaderías de las reducciones, para lo cual falsificó documentos; Pombal creyó ver tambalear su imperio cuando un jesuita atacó los intereses que poseía. Hubo luego un ataque contra el rey; de ello se culpó a los jesuitas y éstos fueron expulsados de Portugal. Acusados, condenados y expulsados sin derecho de defensa.
En Francia, por ejemplo, algunos jesuitas denunciaron el adulterio de Luis XV y madame Pompadour; ciertos yerros económicos de un jesuita en Martinica fueron endosados a la Compañía de Jesús. Todo esto provocó acusaciones virulentas en toda Francia y Luis XVI la suprimió.
¿Por qué el papa Clemente XIV la suprimió? En el decreto se decía «para salvar la paz» (1773). No sería muy duradera esta paz; y no pasarían muchos años de bonanza, pues el próximo ataque sería a la misma iglesia, como lo había dicho Voltaire: «Cuando hayamos concluido con los jesuitas, más fácilmente acabaremos con la intolerante iglesia». Efectivamente, el ataque fue a la iglesia, al papado, y al poder temporal con la supresión de los estados pontificios y, de esta manera, borrar a la iglesia de la faz de la tierra (1870).
No lo lograron. Como no hay mal que por bien no venga, pasada la tormenta resurge la Compañía de Jesús, con aureola de mártir, en el siglo XIX. ¿Cómo juzgar la supresión de la Compañía por parte del papa Clemente XIV? La supresión de la Compañía es considerada por la historia como una derrota del papa de ese tiempo. Como atenuante, debe recordarse también que cuando Clemente XIV firmó el decreto era un hombre muy débil.
La iglesia ante la masonería
La Iglesia no quedó callada. Clemente XII en 1738, Benedicto XIV en 1751 execraron y condenaron esta agrupación secreta y anticristiana, fruto de la ilustración y de la revolución.
¿Cuáles son los grandes errores de la masonería, con los que la Iglesia no comulga ni puede comulgar?
Un dios impersonal: Aunque la masonería inglesa acepta una gran Fuerza Superior que dirige el mundo, llamada el Gran Arquitecto del universo, sin embargo, es para ellos un dios tan indefinido, tan vago, tan impersonal, que prácticamente no ejerce en su vida ninguna impresión que incline a la fe o a la piedad. El masón quiere dejar a Dios tranquilo en el cielo, y gobernar él solo en la tierra.
Todo masón es librepensador, o sea, para él hay un principio sagrado: cada uno piense y opine con la más absoluta libertad, sin fijarse en lo que diga la Biblia, la Iglesia, los santos. Por eso, consideran a la Iglesia, a la Biblia y a la doctrina de los santos como superstición, tiranía, prejuicio, opresión, dictadura.
La masonería exige tolerancia total, o sea, nadie tiene derecho a prohibir nada, o a imponer leyes de moral. Es el famoso lema: «Dejar hacer, dejar pasar».
Libertad absoluta de culto y libertad total de conciencia, entendidas en el sentido de que cada uno honre a Dios como se le antoje y no como enseña la Iglesia de Cristo. Para cada uno es bueno lo que él cree que es bueno y es malo solamente lo que él se piensa que es malo. Esto se llama subjetivismo y lleva a los peores errores.
La masonería exige indiferentismo religioso, mantenerse neutral, sin declararse a favor de ninguna religión. Así se declara que todas las religiones son iguales. No podemos admitir esto. Aunque en todas las religiones pueda haber destellos de verdad y bondad, sólamente la fe en Cristo es la religión verdadera.
Neutralidad del estado en materia religiosa: La masonería insiste en que el gobierno no debe ayudar a la religión. Debe ser neutro.
El masón exige la enseñanza laica, es decir, aquella en la que no se le da importancia a la religión. El gran triunfo de la masonería mundial ha sido imponer la enseñanza laica en todos los países, quitar los crucifijos de las escuelas y de los despachos gubernamentales.
Por todo lo que hemos explicado, se deduce que no se puede ser católico y masón al mismo tiempo. Son términos contradictorios. Un masón no puede acceder a los sacramentos.
En la revolución francesa, ¿qué pasó a la iglesia?
¿Qué consecuencias trajo la revolución francesa a la iglesia?
La revolución inició como una renovación política y social. Pero, dado que la iglesia estaba muy ligada a las instituciones de la monarquía, la revolución, movida por las ideas anticlericales de la ilustración, se volvió anticristiana hasta el punto de desatar una sangrienta persecución.
En 1790 la asamblea votó la nacionalización de los bienes eclesiásticos, la supresión de las órdenes contemplativas y decretó la «constitución civil del clero». La «constitución civil del clero» era una medida radicalmente antirreligiosa. Además de que rompía el concordato de 1516, comportaba una sepración de la iglesia de Francia del papado, y su total sometimiento al estado. Sólo 4 obispos de las 133 prestaron el juramento civil.
En 1791 el papa Pío VI condenó la «constitución civil del clero» como contraria a la esencia misma de la iglesia. En represalia la asamblea legislativa, impulsada por la comuna revolucionaria de París, adoptó una serie de medidas contra los sacerdotes. Eran encarcelados, y cuando Prusia amenazó con invadir Francia, se acusó a los sacerdotes de traidores y se les condenó a la muerte. Fue el momento del «terror» de septiembre de 1792. En ese mismo mes fue abolida la monarquía y el mismo calendario gregoriano, que era el seguido por la iglesia. Fue éste un intento insensato de abolir el cristianismo y de substituirlo con una nueva religión. De hecho en 1973 se celebró la entronización solemne y ridícula de la «diosa razón» en la catedral de París.
Ante tales desmanes el pueblo cristiano, especialmente de la provincia de la Vandea, se rebeló. Pero la represión fue atroz y provocó innumerables mártires. Sin embargo, fue tal la resistencia del pueblo cristiano, que la convención tuvo que negociar. Se firmaron tres documentos: amnistía para los insurrectos, reposición de los sacerdotes que no hicieron el juramento civil en sus antiguos cargos, libre ejercicio del culto. Esto demostró que el pueblo francés era profundamente critiano, y que la fe no se puede suprimir con atrocidades.
El papa Pío VI, que condenó la «constitución civil del clero», fue secuestrado por Napoleón, y murió en poder del secuestrador a los ochenta y dos años de edad, cuando el pánico cundió en la Iglesia. Sobre la tumba de Pío VI —en Francia- podía leerse: «Pío VI, último Papa». ¡Eso creían los enemigos de la Iglesia!
Nuevas Congregaciones
En este siglo tan convulso, tres nuevas Congregaciones religiosas surgieron en el seno de la iglesia, que le dieron vitalidad y fuerza:
San Juan Bautista de la Salle, francés, funda la Congregación de Hermanos de las Escuelas Cristianas, aprobada en 1724, para la formación de maestros y niñez.
San Pablo de la Cruz, italiano, dio origen a los pasionistas. Tienen como fin promover las misiones, los ejercicios espirituales y la propagación de la devoción a la pasión del Señor.
Los redentoristas son obra del infatigable obispo San Alfonso María de Ligorio, italiano, que descolló también por su obra de Teología Moral. Pío IX lo declaró doctor de la iglesia en 1871. Su congregación se dedica al apostolado en medios populares y a las misiones parroquiales.
Conclusión
Fue un siglo muy convulso para la iglesia. Durante casi dos siglos se ha hecho de la revolución francesa un mito. Se han exagerado los logros de la misma ocultando los hechos vergonzosos y execrables, sobre todo las violaciones de los derechos más fundamentales de la persona, hechas precisamente en nombre de la «libertad, igualdad y fraternidad». ¡Qué cinismo!
Se quiso abrir la era de la democracia, de la libertad y del progreso, pero a costa de muchos atropellos, intolerancias y retrocesos morales. ¡Qué contradicción!
No obstante, la iglesia siguió adelante, pues «las puertas del infierno no podrán destruirla», porque su fundador es Jesucristo, el Hijo de Dios, y Él ha triunfado, triunfa y triunfará. Y con Él triunfamos quienes vamos en esa barca. La Iglesia no ha pasado a la historia —como diría Goethe- como una ruina ilustre, sino como una estrella luminosa, que a pesar de tantas tormentas, siempre nos señala el norte. ¡Bendito sea Dios!
Notas
[199] 24.000 religiosos jesuitas pasaron al clero secular; el resto se fueron a Rusia y a Prusia, donde les dieron acogida.
[200] Los gastos de guerra, las malas cosechas, el aumento demográfico, el alza de precios y el éxodo rural provocado por el auge de la naciente industria creaban una situación especialmente precaria e inestable.
[201] La ejecución del monarca Luis XVI no tuvo sólo una significación política. Para un cristiano, era un pecado imperdonable atentar contra el ungido del Señor.
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