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Principio de Causalidad

EL PRINCIPIO DE CAUSALIDAD

Antes de hablar del principio de causalidad, mencionemos los principios de identidad y de no- contradicción. Una vez que hemos constatado que hay cosas, surge el principio de identidad: «una cosa es lo que es». El principio de identidad es una ley suprema de lo real y fluye inmediatamente de la noción de lo real. Es una necesidad absoluta del pensamiento, porque la identidad es una necesidad intrínseca de lo real: lo que es, es.

El principio de no-contradicción es también fundamental: «una cosa es lo que es y no puede ser y no ser a la vez lo que es desde un mismo punto de vista». Hemos visto que nosotros captamos todas las realidades en cuanto que son algo, es decir, como entidad que se identifica consigo misma dentro de sus límites y, por lo mismo, se diferencia de todo lo que no es ello. De la experiencia del límite, de la frontera con la nada, surge la noción de no ser lo otro. Yo conozco este lápiz que tengo en la mano como una realidad, como algo; pero con ocasión de que ya no lo tengo en la mano o con ocasión de que advierto que este lápiz no es la mesa, formo la idea de no ser. Y una vez que he aprehendido a partir de las cosas el no ser, entiendo que un ente no puede ser y no ser a la vez y en el mismo sentido: el principio de no-contradicción expresa así la incompatibilidad radical entre el ser y el no ser.

Decimos «a la vez» porque no hay contradicción, por ejemplo, en que las hojas de un árbol sean verdes en una época de un año y marrones en otra. Decimos también «en el mismo sentido» porque no es contradictorio que la lluvia sea beneficiosa para unos y dañina para otros en un sentido diferente.

El principio de causalidad no deriva de la noción de ser tan directamente como los anteriores. Decir que hay algo ni significa decir que sea ni causado ni encausado. Por ello, sólo llegamos al conocimiento de este principio, una vez que hemos hecho la constatación de que hay cosas que no tienen en sí mismas la explicación de su ser. Hecha esta constatación, hay que buscar un ser que dé razón de la existencia de lo que consideramos inexplicable. Renunciar a dicha causa explica- dora, sería tanto como dejar a nuestro fenómeno sin ser, sería tanto como equipararlo a la nada, pues sólo la nada carece de razón de ser. Negar el principio de causalidad significaría decir que algo no tiene ni en sí mismo ni en otro la explicación de su ser y, por lo tanto, equipararlo a la nada.

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