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Orígenes de la Leyenda Negra en Alemania

«… Stecht in die SpanischSew und Hund vie in die Frosch und lert sie Rund, -was heiss, die Deutschen pochen!»[9],

El soldado español, ya conocido como el mejor de Europa, hizo su primera aparición significativa durante la guerra de la Liga Esmalcalda o Guerra Española (1546-1547) cuando el Sacro Romano Emperador Carlos V combatía contra los protestantes alemanes. Como en el caso de Italia, la antipatía mayor contra los españoles surgió de su actuación militar; y en aquel tiempo, el conflicto religioso proporcionó más motivos para el odio. De todas maneras, antes de la Guerra de Esmalcalda, los alemanes sentían ya cierta animosidad hacia los españoles, basada parte en las relaciones personales y comerciales, parte en las opiniones antijudaicas y parte en los comienzos del cisma religioso y de las influencias italianas.

Parece que los primeros alemanes que visitaron España en el siglo XV y principios del XVI, quedaron desfavorablemente impresionados por la tolerancia y privilegios concedidos allí a los judíos y musulmanes, así como por lo que consideraron avaricia, ardides, inmoralidad, presunción («como los ingleses») y por su talla pequeña y oscuro color. Algunos de estos desfavorables conceptos se recogieron en la Cosmografía Universalis del célebre cosmógrafo Sebastián Münster y por eso alcanzaron gran audiencia intelectual a través de Europa [10].

La desconfianza hacia España de los alemanes, basada en su incipiente nacionalismo y en su acentuado sentimiento an ti judío, contribuyó en forma notable al robustecimiento posterior de la Leyenda Negra en Alemania y en Holanda. Ante el desprecio con que los italianos miraron la cultura alemana como inferior y primitiva, resurgió una corriente poderosa de patriotismo y se produjo, como contraataque a esos conceptos, un movimiento de los humanistas germanos en elogio de sus cualidades «nacionales». Mucho de esto se fundó en el desdén que les inspiraban la inmoralidad y decadencia de los italianos. Los españoles, desde luego, recibieron su parte de ofensa debido a sus vínculos con los italianos y a sus simpatías judaicas. La decidida actitud antijudaica de Martín Lutero, se relacionó con su sospecha de que los españoles deseaban imponer su gobierno total sobre Alemania como etapa de un intento de dominación mundial. Ulrich von Hutten y Lutero, probablemente los dos escritores más influyentes durante la primera mitad del siglo XVI, pensaban que los alemanes eran racialmente superiores a los italianos, españoles y judíos. Cuando esta actitud se extendió y llegó a estar ligada a los sentimientos antipapales, las firmes bases para una hispanofobia alemana-protestante quedaron cimentadas. Esta manera de pensar, alcanzó con Lutero el absurdo extremo de predecir que se estaba fraguando una alianza entre turcos y españoles para subyugar su tierra natal [11].

Esta rígida hispanofobia, difundida por sus seguidores, abrió el camino para una polémica antiespañola, acompañada de demostraciones populares tan pronto como las tropas españolas entraron en la Guerra de Esmalcalda, justo después de la muerte de Lutero. Teniendo en cuenta que él fue uno de los más preclaros dirigentes de la opinión popular alemana en su siglo, era inevitable que sus sentimientos hispanofóbicos encontrasen amplia aceptación en el pueblo al calor de esta guerra, especialmente cuando los sentimientos de esta índole se hallaban exacerbados por la profunda división religiosa. A través de canciones populares y escritos propagandísticos, esta animosidad fue arrojada contra los soldados españoles y, lo que es más importante, se difundió junto con la idea de que Carlos V intentaba imponer una dominación extranjera (la española) sobre la «nación» alemana.

En las canciones e impresos populares, el Emperador Carlos V fue representado no sólo como jefe de una facción de la lucha religiosa, sino como enemigo de Alemania, que contaba con el satánico apoyo de las tropas españolas. Los vínculos hispano-italo-papales se denunciaron y se llegó hasta el extremo de considerar a los católicos alemanes como traidores a su patria. Puede por ello afirmarse que el nacionalismo alemán, en los momentos cruciales de sus orígenes, nació apoyado en parte sobre la propaganda antiespañola. Esto fue aún más cierto en los casos de Holanda e Inglaterra, como más adelante veremos. El papel de esta propaganda en la formación del nacionalismo germánico dio permanencia a la «leyenda negra» alemana, estribada en motivos raciales y antipapales.

La versión alemana de la Leyenda Negra, cristalizada en la Guerra de Esmalcalda, alcanzó extraordinaria difusión por las circunstancias especiales de tal conflicto. Carlos V, por virtud de ser Emperador del Sacro Imperio Romano, dirigente de gran parte del territorio italiano y, al mismo tiempo, Rey de España, estaba incapacitado para organizar y fomentar cualquier campaña propagandística efectiva que combatiera estos brotes nacidos de un nacionalismo alemán y una antipatía racial y cultural hacia los europeos meridionales. Así, la causa de Carlos V, por estar identificado con Roma, no podía compenetrarse con el pueblo alemán. Además, puesto que era también Rey de España, los temores de una dominación universal española, ya existentes, estimularon y soliviantaron una amarga propaganda. Y siempre había esa concomitancia de guerra, el odio a las tropas extranjeras presentes en el suelo patrio. Los comentarios británicos sobre los soldados americanos en la Segunda Guerra Mundial, con la expresión de «superpagados, supersexuales y super-aquí» («over-paid, over-sexed, and over here») lo expresa sucintamente; con la diferencia de que los españoles y otros soldados en la Alemania del siglo XVII estaban más bien«under-paid» (mal pagados), con consecuencias fáciles de imaginar.

En la segunda mitad del siglo, una numerosa serie de factores acumulados, contribuyó al incremento y expansión de la Leyenda Negra en Alemania. Por eso, si bien algunos alemanes sacaron provecho comercial de ciertas medidas de Felipe II, esto fue probablemente más que compensado por los inconvenientes y molestias que encontraron en los puertos de España. Por otra parte, la suspensión por Felipe II de los pagos a sus acreedores en 1557, dañó determinados intereses bancarios alemanes (por ejemplo, Fugger) y pocos años más tarde, circunstancias especiales de la lucha hispano-holan- desacentuaron los antagonismos hispano-alemanes. Agréguese a esto, el que su opinión sobre España y los españoles quedó afectada por sucesos tales como la matanza de San Bartolomé en Francia (1572), el origen español de los jesuitas, el aumento de propaganda contra la Inquisición, la adicional publicación de los conceptos antiespañoles de Lutero, la presencia de núcleos protestantes holandeses en Alemania, que habían escapado de las victorias españolas en los Países Bajos y algunos otros episodios del conflicto protestante-católico.

De particular importancia para la cristalización de la Leyenda Negra, fue la concentración en Frankfurt/Main de protestantes y judíos refugiados, procedentes de dominios españoles. Precisamente en esta ciudad entró en acción un centro de propaganda antiespañola, con particular énfasis en las lecturas populares, conteniendo ataques contra la Inquisición [12]. A este propósito, debe tenerse en cuenta que Frankfurt llegó a ser más tarde un notable centro para la publicación y distribución de la Brevíssima Relación de Las Casas (ver capítulo 4).

En el desarrollo de la Leyenda Negra en Alemania, durante el siglo XVI, una característica salta a la vista, y es la acusada propensión alemana a considerar a los españoles como una raza aparte y decididamente inferior, parangonándolos de continuo con los menospreciados italianos y turcos, poniendo de relieve su judaísmo y reiterando el color oscuro de su piel («Los españoles comen pan blanco y besan mujeres blancas con mucho gusto, pero son tan negros como el rey Baltasar y su mono»). Los viajeros alemanes a finales de siglo, remarcaron la frecuencia de matrimonios entre españoles y «hembras negras y mulatas, que proceden de las Indias y de la Isla de Santo Thomás». Este concepto de los españoles como una apartada raza oscura, se afianzó por la creciente propaganda holandesa antiespañola, que los calificaba una y otra vez de «marranos» [13]. Es en este aspecto racial —que se mantiene aun hoy día entre holandeses, alemanes y los pueblos nórdicos— donde más se diferencia el arranque de la «leyenda negra» alemana y el de la italiana . Y es aquí en donde se pueden ver con más claridad las raíces de este complejo de superioridad nórdica, que llegó hasta nosotros especialmente a través de la literatura inglesa.

Notas

[9] Aproximadamente: «Atacad a los marranos y perros españoles como si fueran ranas, y enseñadles bien lo que significa desafiar a los alemanes» (canción alemana del período de la Guerra Esmalcalda, citada en el libro de Arnoldsson, p. 207).

[10] Arnoldsson, pp. 115-117.

[11] Arnoldsson, pp. 120-123.

[12] Arnoldsson, pp. 128-133. La publicación más notable y de mayor influencia contra la Inquisición, fue la de uno que se hizo llamar Reginaldus Gonsalius Montanus (Reginaldo González de Montes), bajo el título de Sanctce Inquisitionis Hispanicce artes…(primera edición, Heidelberg, 1567). Este trabajo fue enormemente popular por su apariencia de autenticidad al describir en detalle minucioso las torturas de la Inquisición y otros procedimientos. En rápida sucesión, fue publicado otra vez en alemán, después en francés y dos veces en holandés e inglés. Llegó a ser una verdadera biblia de la propaganda antiespañola, por más de dos siglos, hasta el tiempo del famoso trabajo de Llórente.
La obra de Montanus (o Montes), aunque abundando en errores y exageraciones, pone énfasis en las tendencias heréticas judeo -musulmanas entre la gente española y sobre las persecuciones de herejes y protestantes en muchas partes de Europa por la Inquisición, reforzando así esos temores referentes a la dominación de España en el Universo. Para darse una idea de este trabajo y de su significado, consúltese a Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, IV, pp. 152-157.
Entre otros, Sombart, especialmente pp. 14 y 187, indica la concentración judía en Frankfurt.

[13] Arnoldsson, p. 133. Consultar también algunas de las citas de los panfletos holandeses en mi capítulo IV.

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