conoZe.com » bibel » Otros » Julián Marías » Breve tratado de la ilusión » II.- Ilusión e imaginación

La persistencia de la ilusión

Si la ilusión consistiese en mera anticipación del futuro, su cumplimiento o logro la haría desvanecerse, la anularía. No es así. La ilusión lograda persiste. La percepción o posesión de lo que nos ilusiona no destruye la ilusión; quiero decir, no necesariamente; si ocurre, diremos que ha habido decepción, desilusión en sentido riguroso.

Para que la ilusión persista, sin embargo, hacen falta ciertas condiciones, que aclaran más su consistencia. Es menester que haya continuidad, es decir, que la percepción o posesión sigan siendo programáticas. Si al realizarse terminan, deja de darse la ilusión. Si en ellas se da un avance o incremento, la ilusión subsiste y puede aumentar o elevar su intensidad.

El ejemplo más claro es uno al que en otras ocasiones me he referido: la contemplación de una cara. Cuando he llegado a ver algo, pueden suceder dos cosas: que «termine» de verlo, como cuando contemplo un paisaje, una gema, una flor, un cuadro; o que siga viéndolo indefinidamente, como ocurre con un rostro amado. Este tiene un carácter programático, argumental, incesante, henchido de innovación, y se lo puede seguir mirando durante toda la vida, sin que se acabe nunca, sin que se lo dé por «ya visto».

Esta consideración nos conduce a una evidencia de la mayor importancia para comprender la que es la ilusión. En sentido estricto, no nos ilusiona cualquier cosa, sino más bien lo que no es «cosa». Nos ilusionan, sobre todo y propiamente, las personas; en segundo lugar, lo que sin ser persona tiene carácter personal; finalmente, algunas cosas cuando se incorporan a mi proyecto personal, cuando no funcionan meramente por lo que son, sino por la significación que adquieren dentro de mi vida -por ejemplo en el recuerdo-, por una especie de personalización sobrevenida.

Hasta tal punto es la ilusión algo ligado estrechamente a la condición de la vida humana, fuera de la cual no puede existir, y dentro de la cual no se da o se desvanece tan pronto como se produce un «olvido» de lo personal, tan pronto como la vida experimenta algún grado de «cosificación».

El fracaso de las ilusiones, su atenuación en el adulto o en el viejo, no proceden tanto de las desilusiones experimentadas como del hecho, tan frecuente, de que disminuye el carácter proyectivo. O, más, aún, de la frecuencia con que el hombre o la mujer, al entrar en la madurez, cuando la vida se hace más compleja y trabada, y por ello más sensible y vulnerable, se revisten de una especie de corteza aislante, algo así como una coraza capaz de embotar las heridas, pero que al mismo tiempo atenúa el carácter proyectivo, futurizo, y disminuye la condición dramática y personal que pertenece a la vida humana.

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=2848 el 2007-06-21 13:27:19