» Historia de la Iglesia » Historia de la Iglesia » II.- Edad Media: El Periodo Romano-Germánico » Primera época.- Fundamentos de la Edad Media Epoca de los Merovingios » §39.- Alianza del Papado con los Francos. el Estado de la Iglesia. Ruptura con Bizancio » Período segundo.- El Siglo XIII, Apogeo de la Edad Media. Grandeza y Limites de la Teocracia Pontificia » §54.- Federico II. Fin de los Hohenstaufen
III.- Corrientes Nacionalistas en el Colegio Cadenalicio
El papa poseía un enorme poder sobre todo el Occidente. Es evidente que la elección de uno u otro papa no fuese indiferente a los respectivos países. Los franceses preferían un francés a un alemán sobre el trono del mundo. De ahí que aumentase considerablemente la importancia política de los «electores» del papa, los cardenales. La elección, que solamente ellos podían efectuar, debía garantizar la independencia eclesiástica del papado. Pero muy pronto surgieron tendencias que propugnaban una participación de los cardenales en el poder de gobierno. Aparecieron los correspondientes partidos. Conocemos su actividad por la erección de antipapas por el partido imperial. Federico II había intentado con cierto éxito actuar contra el papa, con la ayuda de los cardenales. Posteriormente, el propio colegio cardenalicio ofrecería la plataforma desde la cual la influencia política de los Estados particulares volvería a amenazar la independencia del papado.
Las diferentes naciones anhelaban tener la mayor cantidad posible de representantes de sus intereses en el supremo senado de la Iglesia: he aquí también una penetración de fuerzas nacionales, centrífugas, que, unidas a las antes mencionadas, influían decisivamente en el ulterior desarrollo. Esto explica el progresivo incremento de partidos políticos entre los cardenales, que muchas veces obstaculizaron por mucho tiempo la elección del papa. Tras la muerte de Clemente IV (1265-1268) hubo tres años de sede vacante. Teniendo presente esta circunstancia, se instituyó el cónclave, como presión para acelerar la elección. Pero los partidismos entre los cardenales, especialmente la importante rivalidad histórica de los Orsini y los Colonna, estaban tan profundamente arraigados, que tras el pontificado de Nicolás IV (1288-92) hubo nuevamente más de dos años de sede vacante (elección del ermitaño Pedro de Morrone, Celestino V [1294]).
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