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§60.- El Gotico

1. La comprensión de una época se trasluce de la forma más directa (aunque no la más clara) en su producción artística. Ya sabemos con cuánta fuerza el espíritu occidental se expresó en el románico (§ 46). Pero este arte aún estaba muy fuertemente ligado a los elementos estilísticos y al sentido de las formas de épocas anteriores, no precisamente medievales.

Cuando la vida espiritual de Occidente maduró y se hizo independiente, creó un lenguaje artístico propio: el gótico. Sin duda, este estilo nació y creció orgánicamente del románico, pero el resultado fue nuevo: expresión de una nueva situación de conciencia a la par que de un nuevo modo de sentir y crear las formas artísticas. También el arte de la alta Edad Media, como expresión de la cultura de la época, fue sobre todo religioso y eclesiástico. Su manifestación más clara se encuentra en las iglesias, en las catedrales góticas (y en las esculturas de santos).

En ellas se reflejan todas las fuerzas fundamentales del siglo XIII eclesiástico: fe, fuerza de fe, interioridad de fe, claridad de pensamiento, mística, audacia. Todo ello unido en lo que es de valor universal y, a su vez, combinado con la diferenciación más acusada de la creación personal (especialmente en las esculturas). Pues también aquí es preciso tener muy presente que el proceso de maduración espiritual no puede, naturalmente, conservar íntegra toda la intrínseca armonía del reflejo objetivo de lo que se percibe (armonía que en el románico nos envuelve, como protegiéndonos, de manera sublime). La emoción de progresar debía también traducirse en la emoción de preguntar. Pero el preguntarse nunca puede estar del todo libre del «poner-en-duda». Esto se confirma también en el maravilloso éxtasis del gótico[49].

2. El estilo arquitectónico del gótico sigue, como la evolución de toda la vida medieval, la tendencia de la síntesis. Lo que en el estilo románico era ancho, masivo y estático, que sobrecargaba toda la planta y era soportado por la solidez material de los muros gruesos, macizos y sin aberturas, ahora se reduce, en una artística visión de conjunto, a unos cuantos puntos de sostén. Bóvedas y columnas han pasado, por decirlo así, del estado de reposo al de movimiento, en una circularidad de fuerzas que se apoyan mutuamente. A los ojos del arquitecto, la construcción se presenta como un organismo que se desarrolla de una célula germinal. La impresión del edificio terminado es la de una alada aspiración hacia arriba. Cada uno de los elementos y grupos de motivos se enlazan e interseccionan de múltiples maneras, formando un contrapunto que con el tiempo (en el siglo XV) se intensificaría hasta presentar una variedad desconcertante casi barroca. En su coherente configuración, las catedrales góticas son el correlato artístico de las sumas teológicas, y unas y otras, una adecuada expresión del libre, activo y a un tiempo reposado dinamismo de estos siglos extraordinariamente vivos. Su impulso ascensional y su ligereza, el encanto de su interior, en el que el sol penetra a través de «místicos» rosetones y ventanales de misteriosos e ígneos colores, responde por entero al sentido medieval de la oración abismada en Dios.

En este triunfo de todo lo que en su esencia implique dinamismo se manifiesta significativamente una reconquista de lo que hasta entonces ya se poseía con evidente naturalidad. Entre las esculturas medievales existen piezas maestras, por ejemplo, monumentos de obispos, cuya esbeltísima figura parece tender hacia la «luz de lo alto» tan ansiosamente como otras, penosamente oprimidas, parecen preguntar, y existen otras (como, por ejemplo, las «columnas de los ángeles» de la catedral de Estrasburgo) en las que el mismo dinamismo se manifiesta en un inagotable canto de alabanza de Dios.

De diversas maneras se expresa en el gótico un nuevo sentimiento de la naturaleza, del mundo, de la vida, con cierto carácter natural-realista, que claramente se aleja de las alegorías del románico.

3. La concentración del peso de los elementos arquitectónicos de una iglesia sobre determinados puntos tuvo como consecuencia inmediata la reducción y la perforación de las superficies. Donde esto no era adecuado, como, por ejemplo, en la bóveda, se tenía la posibilidad de construir superficies muy ligeras y sutiles. Esto dio la impresión de ingravidez y dejó espacio, en las paredes laterales, para grandes ventanales. La presión de la bóveda y los haces de columnas que la sustentan se repartió hacia el exterior por medio de botareles y arbotantes. Surgidos por imperativos de la construcción y, como tales, de una belleza rígidamente lógica en el gótico primitivo, estos arbotantes se convirtieron en elementos ornamentales sumamente sugestivos y característicos de todo el conjunto. Algunas veces (como en el coro de Nuestra Señora de París) llegan a ser un himno en piedra viva.

a) Las torres se remataron con pináculos calados, que apuntaban al cielo (en Francia y en Inglaterra menos), coronados con una cruz florida.

El interior presenta tres naves (a veces, cinco). En general, las naves laterales son más bajas que la nave central (si son de la misma altura, se tiene construcción en galería [= Hallenbau]).

b) Los portales, los arbotantes y el interior se adornan cada vez más con abundantes y a menudo excesivas esculturas. Esta inmensa e increíble cantidad de esculturas es sólo comprensible en una época en que la mayoría de los operarios realizaban sus obras con sus propias manos, esto es, eran artistas; era una época en que podían serlo más fácilmente, porque una tradición firme les ofrecía un cierto patrimonio estable, tanto en los contenidos como en las normas artísticas[50].

Junto a obras de menor importancia, las que se han conservado comprenden una magnífica plétora de creaciones maestras. Su carácter artístico está condicionado: 1) formalmente, porque fueron hechas ex profeso en función de una parte concreta del edificio (hornacinas en el portal; delante de una columna; delante de un estrecho pilar entre dos puertas; grupos en relieve sobre los portales), o sea, para una determinada sección arquitectónica. Sacadas de su sitio (hoy las piezas más valiosas suelen llevarse a los museos), pierden gran parte de su efecto artístico y religioso; 2) en su contenido, por medio de una emotiva espiritualización, que por cierto va evolucionando poco a poco (en los siglos XIV y XV) de la rigidez inicial hasta un verdadero delirio de movimiento, forma y sentimientos (hasta el sentimentalismo).

A la ornamentación de estos templos contribuyen las vidrieras artísticas en los ventanales de las paredes laterales, en los «rosetones» del portal principal y de los portales laterales. Parece ser que en la actualidad ya se va desentrañando poco a poco el secreto de la luminosidad de las vidrieras y de sus peculiares leyes artísticas.

4. El gótico apareció en el norte de Francia, donde la reforma de la Iglesia arraigó muy pronto (Isla de Francia; St. Denís es el primer templo gótico). Monumentos especialmente importantes del gótico central son: «La Sainte Chapelle» y «Notre Dame» de París; St. Quen y la catedral de Ruán, las catedrales de Chartres, Amiéns, Friburgo y Estrasburgo; en Alemania, Ulm, Viena y Colonia (partes muy importantes restauradas en el siglo XIX); la abadía de Westminster en Londres y la catedral de Salisbury en Inglaterra; las catedrales de León, Barcelona, Burgos y Sevilla en España.

a) El nombre de «gótico» proviene de los tiempos del Renacimiento, cuando ya no se comprendía estas maravillas de la arquitectura, y se las quería tildar de «bárbaras». Hoy se reconoce en el gótico una de las más portentosas creaciones del genio artístico del hombre. Demasiado a menudo suele pasarse por alto algo muy evidente: estas creaciones son esencialmente un producto del espíritu católico, eclesiástico-sacramental y jerárquico.

b) No podemos más que aludir a lo mucho que para la educación religiosa del Occidente han supuesto las catedrales góticas con su impresión de conjunto, con sus estatuas, con sus imágenes de las vidrieras y de los relieves, que en series ininterrumpidas nos relatan la historia sagrada del Antiguo y el Nuevo Testamento. Del mismo modo, sólo podemos hacer mención de la gran fuerza de fe y del mucho amor de Dios que se manifestó en la disponibilidad con que todas las clases cooperaron y con que miles de operarios, a menudo desconocidos y siempre mal remunerados, trabajaron en la construcción de estas maravillas de la arquitectura.

c) El arte gótico fue también, en parte, expresión del nuevo espíritu laical (y secular). El simple hecho del gran número de artistas laicos nos lleva por fuerza a esta conclusión. Las innumerables muestras anecdótico-mundanas que se encuentran en las esculturas accesorias de los arbotantes, gárgolas de los tejados, sillas corales, etc., también nos hablan en ese sentido. Una documentación decisiva nos la ofrece una de las más importantes obras de escultura del Medievo alemán: las figuras de los fundadores en el coro de la catedral de Naumburg; donde comúnmente, en el lugar del santo misterio, deberían verse apóstoles, santos obispos, mártires y confesores, aquí hay exclusivamente figuras mundanas, héroes guerreros y mujeres llenas de majestad y de encanto y, junto a ellos, hasta la figura de un asesino (sobre el cambio paralelo experimentado en la literatura, cf. § 56).

Notas

[49] El gran abanico del desarrollo temporal y espacial del gótico hace que tales juicios generales sean exactos si se limitan al conjunto de elementos esenciales; Pero, en cada caso particular, hay que hacer muchas subdivisiones. En ciertas construcciones clásicas encontramos unidos, por ejemplo, movimiento y quietud equilibrada, a veces incluso en obras posteriores (por ejemplo, en St. Quen de Rouen, siglo XIV).

[50] El hecho de que en general el arte, hasta principios del siglo XIX, viviera únicamente de una concepción tradicional y continuase creciendo orgánicamente en este sentido, constituye el motivo principal de su impresionante seguridad en las distintas etapas de su progresivo desarrollo, un desarrollo que, siempre dentro de esa seguridad, ha dejado siempre camino abierto a todas las nuevas posibilidades.

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