conoZe.com » Historia de la Iglesia » Historia de la Iglesia » II.- Edad Media: El Periodo Romano-Germánico » Apendice » §72.- Iglesia y Sinagoga

III.- Situacion en la Baja Edad Media

1. En las postrimerías de la Edad Media los judíos de Europa entraron en una situación cada vez menos segura en el aspecto legal y más opresiva en el aspecto humano. Los factores y las fuerzas que la empeoraban se desarrollaron y emplearon ahora con mayor lógica. Este fue el tiempo en que el judaísmo se convirtió en un cuerpo verdaderamente extraño dentro del Occidente cristiano. El III Concilio de Letrán ya había exigido ghettos y el infamante vestido judío (sombreros puntiagudos y estrella judía)[21]. Es cierto que Inocencio III, por una parte, sólo incluyó expresamente en la condena, desde el punto de vista teológico, una parte de los judíos. Pero, por otra parte, también la formuló así[22]:: «Los judíos son los que clavaron a Cristo en la cruz, son servi, esclavos, condenados por Dios. Los cristianos son libres por Cristo; deben mantener a los judíos en perpetua esclavitud». El IV Concilio de Letrán renovó aquellas exigencias, y, a mediados de siglo, Clemente IV, por medio de un cardenal legado, trató de darles validez en todo el imperio. En muchas regiones, sin embargo, la separación no se efectuó rigurosamente hasta el siglo XV.

Los canonistas llegaron a formular la idea de que estaba permitido arrebatar los niños hebreos a sus padres y bautizarlos. Es verdad que Tomás de Aquino y Alejandro de Sales se opusieron a este terrible pensamiento, mas Duns Escoto y su escuela lo defendieron.

2. La culpabilidad de los cristianos creció pavorosamente. Las graves sospechas y calumnias susodichas se difundieron con suma credulidad en los pulpitos, en la literatura o en forma de rumor, y se utilizaron en procesos judiciales o en explosiones tumultuarias contra los judíos. En los dramas de la pasión, que excitaban la fantasía de la multitud, se representaban las figuras de los asesinos de Cristo de modo especialmente repugnante y fácilmente reconocibles como judíos por su vestido. La multitud los identificaba sin más con los judíos en general, y sobre esta base se formaba una idea global de judaísmo.

a) Desde que en 1215 fue proclamado el dogma de la transustanciación, no sólo creció la veneración del Santísimo, al mismo tiempo crecieron también las ideas supersticiosas. Se volvió a relacionar tales ideas con los judíos y se multiplicaron los rumores y las acusaciones de robo de hostias por los judíos (o por sus empleados cristianos)[23] y los asesinatos rituales. Desde el siglo XIII hasta el XVIII los papas tuvieron que rechazar frecuentemente en sus bulas la acusación de homicidio.

b) No solamente la fantasía se encendía con acusaciones soñadas, a veces conscientemente inventadas, hasta llegar a persecuciones sangrientas; también la administración de la justicia contribuyó trágicamente a ellas. Por el círculo mortal de grave sospecha y su «confirmación» por medio de la tortura, y por estimar la retracción de la confesión como pertinacia y recaída, pecados ambos merecedores de castigo, surgió aquel montón de crueles injusticias antisemitas, que tan seriamente gravan la historia de finales de la Edad Media. El judío era el brujo, el servidor del anticristo, al que se le atribuía sin más todo lo maligno y pavoroso. En canciones y juegos y en una especie de proverbios (refranes) se divulgaba el deseo de colgar al judío, de ahogarlo o quemarlo, como la cosa más innocua del mundo. Por lo demás, también se emplearon las acusaciones falsas para deshacerse de los acreedores judíos[24].

c) Como desde el siglo X los judíos se vieron desposeídos violentamente de sus propiedades, por fuerza tuvieron que procurarse otras fuentes de lucro. Sólo les quedó el comercio y la banca, en los cuales, ciertamente, sobresalieron. Los negocios monetarios parecieron hechos a propósito para ellos, precisamente porque a los cristianos les estaba oficialmente prohibido cobrar intereses. A la tan denostada usura de los judíos[25] contribuyeron, en gran medida por cierto, los príncipes y los señores: en parte porque ellos mismos fijaban los exorbitados intereses (¡hasta el 30 y el 40 por 100 semana!) y en parte porque directamente ingresaban enormes sumas en sus cajas.

3. A pesar de las leyes protectoras dictadas, hacia finales del siglo XIII la existencia del judaísmo se vio seriamente amenazada. En el año 1298 fueron aniquiladas en Alemania casi todas las comunidades de Baviera, Austria y Franconia; en 1336/38 hubo persecuciones masivas en todo el sur de Alemania hasta Bohemia. Y nuevamente las procesiones de flagelantes (1348/50) provocaron terribles persecuciones en todo Occidente y centro de Europa. En 1349, en Estrasburgo, los judíos fueron quemados sobre tablado; sólo si se dejaban bautizar se les perdonaba la vida. Los niños pequeños eran sacados del fuego y bautizados contra la voluntad de sus padres. Las guerras de los husitas -como anteriormente las de los albigenses- también tuvieron al principio idénticas manifestaciones. Como es lógico, en tales persecuciones hubo contraofensivas y luchas callejeras. Repetidamente se nos informa que los mismos judíos, desesperados, prendían fuego a sus casas y buscaban la muerte entre las llamas.

Desde el segundo tercio del siglo XIII advertimos con frecuencia un nuevo tipo de opresión: la confiscación y quema de los libros sagrados judíos. La destrucción del Talmud ya había sido prohibida por Justiniano (548) en el Imperio de Oriente. También en la primera Edad Media en Occidente se procedió a veces contra las sagradas Escrituras, pero esto era ilegal. Gregorio I, en un caso concreto, exigió expresamente que les fueran devueltos a los judíos sus libros sagrados. Por el contrario, el fanático judío converso Donino de la Rochelle buscó amparo en Gregorio IX y en 1240 promovió el primer gran proceso del Talmud. Se reunieron veinticuatro carretadas de textos y comentarios del Talmud. Fue el comienzo de aquella violenta opresión de la literatura judía que, con el asunto de Reuchlin-Pfefferkorn, condujo directamente a la Reforma.

4. Y, al fin, las persecuciones aumentaron a raíz de auténticas leyes de excepción. En las postrimerías de la Edad Media tuvieron lugar las grandes expulsiones de los judíos de Inglaterra, Francia, España y Alemania.

a) Los numerosos judíos de Inglaterra estaban protegidos por el rey por motivos financieros; les estaba prohibida la emigración, ellos y sus bienes eran propiedad del rey. En la coronación de Ricardo I Corazón de León hubo revueltas y motines en Londres, seguidos de asesinatos y muertes de judíos en otros lugares, hasta que finalmente en 1290 fueron expatriados y sus bienes confiscados.

En España, tras los sangrientos preludios del siglo XIV[26] sobrevino la gran opresión bajo los «reyes católicos» Fernando e Isabel. En 1492, unos cincuenta mil judíos debieron librarse del destierro y de la pérdida de sus bienes dejándose bautizar: surgió entonces (y también a consecuencia de las grandes disputas) la gran masa de judíos (y mahometanos) bautizados a la fuerza, los llamados «marranos», que se multiplicaron con extraordinaria rapidez (en parte se salvaron refugiándose en Italia y Holanda).

En Alemania, los judíos fueron desterrados de casi todos los territorios y ciudades (aquí la fuerza impulsora fueron los gremios). Las ya mencionadas persecuciones sangrientas de 1298 están relacionadas con el nombre de Rintflaisch; en 1384 fueron asesinados todos los judíos de Nördlingen. Cuando la comunidad judía era desterrada, también se solía prender fuego a las sinagogas. El ejemplo más tristemente célebre es la destrucción, a principios del siglo XVI, de la antigua y famosa sinagoga de la comunidad de culto hebraico de Ratisbona, en cuyo solar se erigió la capilla de peregrinación de «María la Hermosa». Muchas comunidades judaico-orientales y galizianas fueron fundadas en las postrimerías del Medievo por emigrados del oeste y del sur.

Todo esto significa, pues, que también en la baja Edad Media se puede hablar en cierto modo (con excepción de Italia) de una amenaza constante a la persona, la vida y los bienes de los judíos. Un examen más detallado de la historia de cada uno de los países y ciudades hace que esto aparezca más claramente en la conciencia. Del arzobispado de Maguncia sabemos que, sólo en la segunda mitad del siglo XIII, hubo persecuciones en los años 1266, 1276, 1281, 1283, 1285, 1286, 1287, 1298... Y esto no sólo ocurrió en las ciudades; la población rural también actuó del mismo modo, especialmente después de que los judíos fuesen desterrados de tantísimas ciudades (particularmente en los siglos XV y XVI): siempre de nuevo un círculo de dolor, crueldad y muerte.

b) Sin embargo, los tristes sucesos mencionados no lo son todo.

La historia local de las ciudades nos ofrece pruebas de que en todos los siglos, incluso en la baja Edad Media, los judíos vivieron algún tiempo en paz, desarrollando una vida comunitaria con su «propio obispo judío» y su administración autónoma, pudiendo celebrar sínodos de rabinos y efectuar transacciones financieras con los grandes señores, con los obispos y con los Capítulos catedralicios. A menudo, pocos años después de una persecución, reemprendían su antigua actividad en el mismo lugar; cuando la comunidad quedaba extinguida, muy pronto otros judíos se atrevían a establecerse en el lugar de los asesinados. Desde 1407 los judíos de Alemania se hallaban sometidos a sus propios rabinos imperiales.

5. El judaísmo, por su contacto con la sabiduría árabe[27] reviste una importancia particular para la historia de la Iglesia. En el territorio ocupado por los mahometanos en España, al filo del milenio, se llegó a un fecundo contacto en este sentido. Los judíos fueron creadores de una elevada cultura como poetas, filósofos, místicos, estadistas y médicos. Este desarrollo prosiguió, después de la reconquista del país, bajo los señores cristianos. Los judíos quedaron libres; consiguieron grandes riquezas y alcanzaron altos cargos, lo que, por otra parte, dio pie a nuevas persecuciones antisemitas. Para la historia de la Iglesia tiene una importancia especial el filósofo y médico Maimónides († 1204), citado muy a menudo por Alberto Magno y Tomás de Aquino[28]. Esta simbiosis entre islamismo, judaísmo y cristianismo fue creciendo (por ejemplo, en Córdoba), hasta que le puso fin la gran expulsión del siglo XV.

A finales de este siglo comenzó la cábala a ejercer mayor influencia. La cábala es una doctrina mística y secreta de los judíos, al parecer oriunda del antiguo Oriente, pero de hecho aparecida en la Provenza en los siglos XII/XIII, una formación sincretística que contiene también elementos gnósticos; su idea central es la del pléroma, de la plenitud, del universo. Con admiración fue aceptada por el humanismo como sabiduría primitiva y utilizada, en múltiples interpretaciones, en el intento de hacer una vasta ampliación de la doctrina cristiana (por ejemplo, por Pico della Mirandola).

Notas

[21] En Alemania, y a finales del siglo XIII, es característico el «Espejo de Suabia» (1274/76). También aquí se estipula expresamente que se separen los judíos de los cristianos y que lleven una vestimenta que permita reconocerlos. Está prohibido comer con los judíos; los cristianos no deben tomar parte en sus bodas. Las relaciones sexuales entre judíos y cristianos se castigan con la muerte en la hoguera. No obstante, los judíos quedan expresamente protegidos por la ley en su cuerpo y en su vida.

[22] Sus ideas, a través de la codificación de Gregorio IX, pasaron al derecho canónico.

[23] En relación con esto surgieron muchas leyendas de hostias sangrantes; su veneración en las postrimerías de la Edad Media desempeñó un papel muy importante, favoreciendo de modo particular la superstición. Nicolás de Cusa lo combatió enérgicamente, pero ni él ni otros lograron reprimir tan prolífero mal.

[24] Cf. nota 16.

[25] La acusación aparece en 1096, y en el siglo XII se hace frecuente; desde entonces el judío quedó estigmatizado como el usurero por excelencia. Pero Wimpfeling puede también decir que los cristianos superaron en esto a los judíos.

[26] Por ejemplo, la gran persecución de Sevilla del año 1391, en la que fueron muertos cuatro mil judíos.

[27] Con el Islam, el judaísmo experimentó una enorme difusión geográfica hasta la India, China, Rusia meridional e incluso el Asia central (cf. mapa 7).

[28] Respecto a la influencia judeo-arábiga sobre la teología cristiana por medio del averroísmo, cf. § 59.

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