conoZe.com » Historia de la Iglesia » Padres de la Iglesia » Patrología (II): La edad de oro de la literatura patrística griega » 4. Los Escritores de Antioquía y Siria » San Juan Crisóstomo » Sus Escritos » 1. Sermones

1. Homilías Exegéticas

La mayor parte de los escritos de Crisóstomo son homilías exegéticas sobre los libros del Antiguo y Nuevo Testamento. Su tradición manuscrita es mejor aún que la del resto de sus obras, por la sencilla razón de que los Typica o manuales litúrgicos, que indican cómo se han de desarrollar las funciones a lo largo del año eclesiástico, prescriben la lectura de estas homilías para innumerables monasterios de la Iglesia bizantina durante cuaresma y el tiempo pascual.

La mayoría de estos sermones los pronunció en Antioquía entre los años 386 y 397. Son un testimonio en favor del rigor e inteligencia con que asimiló los principios de aquella escuela. Preocupado siempre de fijar el sentido literal y contrario a la alegoría, sabe combinar una gran facilidad para discernir el sentido espiritual del texto escriturístico con una habilidad igual para aplicarlos inmediata y prácticamente a la dirección de los que estaban encomendados a sus cuidados. La profundidad de su pensamiento y la pureza de sus magistrales exposiciones son excepcionales y guardan su atractivo aun para el lector moderno. Le son igualmente familiares los libros del Antiguo como los del Nuevo Testamento y tiene habilidad aun para utilizar los primeros para las condiciones de su tiempo y para los problemas de la vida cotidiana.

Respecto de las homilías, la gran dificultad estriba en su cronología. El criterio de Focio, según el cual las obras mejor terminadas las compuso en Antioquía, no puede bastar para una datación precisa. La mayoría de sus exposiciones voluminosas sobre la Escritura no contienen indicios suficientes para determinar la época de su composición o la fecha en que las pronunció o ni siquiera el orden exacto entre unas y otras. Es posible que algunas de ellas las haya publicado sólo por escrito, sin haberlas declamado en el púlpito.

Homilías sobre el Anticuo Testamento

a) Homilías sobre el Génesis

Se conservan dos series de homilías sobre el Génesis, que parecen ser sus obras exegéticas más antiguas. La primera consiste en Homiliae 67 in Cenesim (PG 54,581-630), pronunciadas en Antioquía durante la cuaresma del año 386. A excepción de la última, todas ellas tratan de los tres primeros capítulos del Génesis. La serie segunda, Homiliae 67 in Genesim, ofrecen un comentario completo al libro del Génesis. El autor explica el texto entero desde el principio hasta el fin, por partes.

Parece que predicó estas homilías el año 388. Algunas homilías de las dos series tienen pasajes literalmente idénticos del todo.

b) Homilías sobre los salmos

Sus mejores homilías sobre los libros del Antiguo Testamento son, con mucho, las que pronunció sobre cincuenta y ocho salmos escogidos. Montfaucon y los estudiosos antiguos pensaron que estas homilías representan una selección de una serie que comprendía todo el Salterio. Su opinión, empero, no tiene base sólida, aun cuando Crisóstomo predicara sobre pasajes salteados de otros salmos, como, por ejemplo, sobre el comienzo del salmo 41 (PG 55,155-167), el año 387, y sobre el salmo 115,1-3; el texto griego de esta última homilía lo publicó S. Haidacher en 1907. En la serie de homilías sobre cincuenta y ocho salmos, que datan probablemente de finales del periodo antioqueno, explica los salmos 4-12, 43-9, 108-117, 119-150 (PG 55). Gran número de homilías sobre el salterio que se atribuyen a Crisóstomo son espurias.

Siguen las dudas sobre si Crisóstomo pronunció efectivamente estas homilías sobre cincuenta y ocho salmos. A nosotros nos han llegado con el título de Explicaciones (Έρμηνειαι) y no de ?homilνas.? El contenido revela la maestría habitual en Crisóstomo. Encontramos sus ideas favoritas sobre los vicios y las virtudes (Ps 100.142.146), sobre la manera recta de orar (Ps 7.9.141), sobre el canto de salmos e himnos en un hogar cristiano (Ps 41.134.150). Habla de la estancia de San Pedro en Roma (Ps 48), sobre las peregrinaciones a Tierra Santa (Ps 109), sobre la dignidad sacerdotal (Ps 113.116), sobre la virginidad (Ps 44.113) y sobre la digna recepción de la sagrada comunión (Ps 133). De vez en cuando entra en polémica con los arrianos, los maniqueos y contra Pablo de Samosata (Ps 46.109.148).

Es de notar que su comentario a los Salmos difiere de todos sus comentarios al Antiguo Testamento en que no se limita al texto de los Setenta, sino que se refiere con frecuencia a las traducciones de "otros" (cf. Ps 4,9; 55,53, etc.). Algunas veces echa mano de tres o cuatro variantes una junto a otra, aun las del "Hebreo" y del "Siríaco." Las "otras" versiones son las de Símmaco, Aquila y Teodoción.

c) Homilías sobre Isaías

Se han conservado seis homilías sobre Isaías en su original griego (PG 56,97-142). Algunas de ellas las pronunció en Antioquía, otras en Constantinopla. Un comentario completo a Isaías se conserva en una versión armenia y parece ser auténtico. El comentario a Isaías 1,1-8,10, conservado en griego, probablemente no es otra cosa que un extracto de homilías a las que el compilador despojó de su ornato oratorio.

Las Homiliae 5 de Anna (PG 54,631-676) y las Homiliae 3 de Davide et Saule (54,675-708) son un comentario a algunos capítulos de los libros de los Reyes y los pronunció el año 387. Las dos homilías De prophetarum obscuritate tratan de los libros proféticos en general y las compuso en Antioquía el 386.

Gran número de fragmentos de las catenae sobre Jeremías, Daniel, los Proverbios y Job llevan el nombre de Crisóstomo. Su autenticidad está todavía por probarse. Mas, aunque fueran genuinos, no por eso probarían la existencia de comentarios u homilías sobre estos libros que se hayan perdido, sino que habría que considerarlos como extractos de otros escritos.

Homilías sobre el Nuevo Testamento

Suidas, en su Lexicón (s. v. Joan. Antioch.), refiere que Crisóstomo compuso comentarios homiléticos sobre los cuatro Evangelios. Hasta el momento sólo poseemos una serie sobre San Mateo y otra sobre San Juan, pero ninguna sobre San Marcos y San Lucas. Es verdad que existen unos pocos manuscritos que contienen comentarios a Marcos y Lucas atribuidos a Crisóstomo, pero no pasan de ser unos florilegios. Ningún otro escritor habla de obras de Crisóstomo sobre estos dos evangelios. Es probable, pues, que Suidas se haya equivocado. Crisóstomo solamente interpretó el primero y el último evangelio.

a) Homilías sobre el Evangelio de San Mateo

Las noventa homilías sobre Mateo representan el comentario completo más antiguo que se conserva del período patrístico sobre el primer Evangelio. Las pronunció en Antioquía, como resulta evidentemente de un pasaje de la homilía 7 (PG 57,81) y con toda probabilidad el año 390. En varias ocasiones, Crisóstomo ataca a los maniqueos y refuta su pretensión de que el Antiguo Testamento difiera mucho del Nuevo, en cuanto que el Dios de la Antigua Alianza es un Dios de rigor y de justicia, mientras que el Dios del Nuevo Testamento es un Dios de amor. Demuestra que las dos Alianzas tienen un mismo legislador, pero que la Antigua era sólo una preparación y una profecía de la Nueva. Los mandamientos de Cristo completan la Ley de los judíos y vienen a colmar sus deficiencias. Llama a los Evangelios cartas del divino Rey y explica las ligeras discrepancias aparentes que se observan al comparar los cuatro Evangelios como una prueba de su independencia:

Pues qué, ¿no bastaba un solo evangelista para contarlo todo? Bastaba ciertamente; mas el ser cuatro los que escriben y el no haberlo hecho ni en el mismo tiempo, ni en los mismos lugares, ni después de reunirse y ponerse entre sí de acuerdo, y, sin embargo, hablar todos como por una misma boca, he ahí la prueba máxima de verdad.

El caso es - me replicará alguno - que ha resultado lo contrario, pues en muchas partes se demuestra que están desacordes. Pues ahí está justamente el argumento mejor de su veracidad. Porque si en todo concordaran exactamente: en el tiempo, en el lugar, en las palabras mismas, no habría enemigo que no creyera que los evangelistas habían escrito lo que escribieron después de reunirse y ponerse de acuerdo a lo humano, puesto que tal concordancia no era compatible con la sencillez. Ahora, empero, este desacuerdo, aparente por lo demás, en menudencias, exenta a los evangelistas de toda sospecha y es la más brillante defensa del carácter de los escritores (Hom. 1,5-6: Bac 141,6).

A lo largo de toda la serie de homilías, Crisóstomo recalca, en contra de los arrianos, que el Hijo es igual al Padre y no inferior al Padre, aunque El hable de sí mismo en forma humana cuando se refiere a su naturaleza humana. La interpretación de las parábolas es magistral, y las exhortaciones morales y ascéticas del autor reflejan las costumbres y maneras de la época. Los teatros son objeto constante de su condenación, y los monjes, de sus alabanzas. Las homilías 69 y 70 describen su modo de vivir, su vestido, sus trabajos y el contraste de sus cantos con los de la escena. Describe su victoria sobre el vicio y presenta su devoción como un ejemplo edificante para todos. Se recomienda especialmente la limosna y a los pobres se les llama hermanos de Cristo y nuestros.

Las Homilías sobre Mateo gozan del privilegio de haberse conservado, aunque incompletas, en el manuscrito más antiguo que poseemos de los escritos de Crisóstomo, en el Códice uncial 95 de la Biblioteca Ducal de Wolfenbüttel, que dala del siglo VI. Hasta ahora no lo ha utilizado ningún editor. A partir del siglo XI, el número de manuscritos es relativamente grande. Ciento setenta y cinco manuscritos, por lo menos, escalonados desde el siglo IX al siglo XVI, contienen el texto completo o parte de él. Ni siquiera Field, que preparó el mejor texto que existe (reimpreso en Migne 57-8), consultó más de once o trece manuscritos (cf. PG 57,V-VII).

La traducción latina más antigua de las Homilías sobre Mateo es la que hizo el diácono pelagiano Aniano de Celeda. Por desgracia, la persecución de los pelagianos, que empezó hacia el año 420, le impidió dar cima a su trabajo, y, en consecuencia, ningún manuscrito ofrece más allá de las veinticinco primeras homilías. La versión latina completa más antigua es obra de Burgundio Pisano (+ 1194); se conserva en el Codex Vat. Lat. 383, del siglo XII. Las homilías fueron traducidas por tercera vez por Jorge de Trapezunt (+ 1486) a petición del papa Nicolás V (1447-1455).

Ya en el siglo y se hizo una versión armenia, de la cual publicaron los mequilaristas de Venecia, en 1826, las primeras veinticinco secciones. Una versión siríaca de la misma época se conserva, sólo en fragmentos, en cuatro manuscritos del siglo VI del British Museum. El diácono Teódulo (Abdallah) tradujo las homilías al árabe en el siglo X, y Eutimio del Monte Athos (+ 1028) las tradujo en el siglo XI al georgiano. Ninguna de ellas se ha impreso todavía.

b) Homilías sobre el Evangelio de San Juan

Las ochenta y ocho homilías sobre Juan (PG 59) son mucho más breves que las homilías sobre Mateo. Las pronunció en fecha posterior, probablemente hacia el año 391. La mayor parte de ellas no durarían más de diez o quince minutos. Hom. 31,5 y 18,2 dan a entender que las predicó por la mañana. Omite el episodio de la mujer adúltera (Io 7,53-8,11." De hecho no menciona esta perícope en ninguna obra suya. La hubiera comentado sin duda alguna de hallarse en los ejemplares de la Biblia que se usaban en Antioquía. Las Homilías sobre San Juan son de un carácter mucho más polémico que las Homilías sobre San Mateo. La razón es que tropieza continuamente con textos que los arrianos, especialmente los anomeos, convertían en pruebas de su doctrina de que el Hijo no es ni siquiera de substancia parecida al Padre. Crisóstomo desarrolló la doctrina de la condescendencia contra las interpretaciones equivocadas que dan ellos de las afirmaciones de Cristo acerca de su flaqueza humana, sobre su miedo y sufrimiento. Introduce a Cristo diciendo: "Soy Dios e Hijo natural de Dios y soy de aquella esencia simple y bienaventurada. No necesito que nadie dé testimonio de mí. Aun cuando quisiera hacerlo, no por ello quedaría disminuido en mi naturaleza. Mas, como estoy interesado en la salvación de muchos, por eso me rebajé a tanta humildad, hasta el punto de encomendar a un hombre que diera testimonio de mí" (Hom. 6). Vuelve sobre el mismo tema en varias ocasiones. En la homilía 11, por ejemplo, afirma:

Se hizo Hijo del hombre el que era Hijo natural de Dios, para hacer hijos de Dios a los hijos de los hombres. Cuando el sublime se asocia con el humilde, no sufre para nada en su honor propio; en cambio, a éste le levanta de su gran bajeza. Lo mismo ocurrió con el Señor. No sufrió merma en su propia naturaleza por esta condescendencia; en cambio, a nosotros, que siempre estábamos sentados en desgracia y oscuridad, nos levantó a una gloria inefable.

Crisóstomo prueba de esta manera que los herejes no tienen derecho a utilizar para sus fines estos textos, porque están en perfecta consonancia con la verdad propugnada por la Iglesia. Debido al carácter especial del Evangelio de San Juan, estas homilías difieren, en cuanto a la forma, orden y contenido, de las demás exposiciones de la Escritura de Crisóstomo. No puede haber, sin embargo, duda de su autenticidad; ya el año 451 el concilio ecuménico de Calcedonia las cita como obra suya.

c) Homilías sobre los Hechos de los Apóstoles

Esta serie de cincuenta y cinco sermones es el único comentario completo de los Hechos que se ha salvado de los diez primeros siglos. El propio Crisóstomo nos dice que datan del tercer año de su residencia en Constantinopla, es decir, del 400. Su forma literaria es menos acabada de lo que estamos acostumbrados a esperar de él. Parece ser que el texto está hecho a base de notas que tomaron los taquígrafos durante la predicación y que Crisóstomo nunca revisó, debido a las graves responsabilidades que le abrumaban en aquella época. No obstante, el lector observará en estas homilías las mismas excelentes cualidades que distinguen sus otras obras exegéticas, en particular la exposición clara y plena del sentido histórico. La primera homilía se abre con las lamentaciones del predicador de que esta sección del Nuevo Testamento no sea tan leída como debiera ser: "Para muchos, este libro es tan poco conocido, que ignoran que existe y quién lo escribió y compuso. Especialmente por esta razón he decidido dedicarme a este argumento, a fin de enseñar a los que no saben y no permitir que tamaño tesoro permanezca oculto. Es posible que no nos sea de menor utilidad que los mismos Evangelios. Tan lleno está de filosofía, de recta doctrina y de abundantes milagros, en especial de milagros obrados por el Espíritu." Efectivamente, Crisóstomo sigue muy atentamente la narración de San Lucas y hasta cuenta a veces los días que duraron los viajes misioneros. En cuanto a temas religiosos y morales, trata especialmente de la dilación del bautismo (Hom. 1,23), que condena. Estudia repetidas veces la naturaleza y finalidad de los milagros, los compara con la magia y afirma que es mejor sufrir por Cristo y arrojar el pecado que expulsar a los demonios. Recalca la necesidad de la oración, del estudio de las Escrituras, de la mansedumbre y de la limosna, y condena los juramentos y las maldiciones.

Por desgracia, el texto de las ediciones impresas deja mucho que desear. En los manuscritos se encuentra en dos formas que difieren tanto entre sí, que equivalen a dos recensiones. Una de ellas es estilísticamente inferior a la otra; esta segunda debe de ser una revisión posterior hecha deliberadamente. Algunos manuscritos y todas las ediciones impresas ofrecen una combinación de las dos formas. H. Browne, traductor de las Homilías en LFC, fue el primero que presentó pruebas de que la recensión más burda es la única que cabe llamar auténtica, y basó en ella su traducción inglesa. E. Smothers está preparando una nueva edición critica del texto griego de la recensión tosca.

Cuenta Casiodoro (Instituciones 1,9,1) que, a petición suya, unos amigos tradujeron al latín "las cincuenta y cinco homilías sobre los Hechos, de San Juan, obispo de Constantinopla," y que se depositó esta versión en la biblioteca monástica de Vivarium. Por desgracia, este trabajo se ha perdido. Los cánones de los concilios generales quinto y sexto citan un largo pasaje del texto griego de la homilía 14, que contiene los puntos de vista de Crisóstomo sobre los siete diáconos de que hablan los Hechos.

No hay que confundir la serie de las cincuenta y cinco homilías con el grupo de cuatro homilías sobre el comienzo de los Hechos de los Apóstoles (PG 51,65-112) ni con las cuatro sobre el cambio de nombres en el caso de San Pablo y de otros personales bíblicos (PC 51.113-156), todas ellas pronunciadas en Antioquía, durante el tiempo pascual, el año 388.

Casi la mitad de las homilías que nos quedan de Crisóstomo están dedicadas a la explicación de las Epístolas de San Pablo. No había otro tema que encendiera tanto su elocuencia como la personalidad y las hazañas del Apóstol de las Gentes Veía en él el modelo perfecto de los pastores de almas y un espíritu parecido al suyo, valeroso y desinteresado, con un temperamento ardiente muy semejante al suyo.

d) Homilías sobre los Romanos

Las treinta y dos homilías sobre los Romanos son, con mucho, el comentario patrístico más importante a esta Epístola y la obra más perfecta de Crisóstomo. Isidoro de Pelusio dijo de ellas que "los tesoros de la sabiduría del sabio Juan son especialmente abundantes en su exposición de la Epístola a los Romanos. Yo pienso (y no se puede decir que escriba para adular a nadie) que si el divino Pablo hubiera querido explicar en lengua ática sus propios escritos no hubiera hablado de distinta manera que este famoso maestro; tan notable es la exposición de este por su contenido, su belleza de forma y por su propiedad de expresión" (Ep. 5,32).

Diversas alusiones que se encuentran en las homilías apuntan hacia Antioquía como su lugar de origen. Por ejemplo, en la homilía 8, Crisóstomo habla de sí mismo y de sus oyentes como que están bajo un mismo obispo, lo cual prueba que él no era todavía obispo, sino diácono o presbítero. La homilía 33 muestra aún mejor que fue pronunciada en Antioquía, pues el orador se refiere al lugar en que viven sus oyentes, diciendo que en él enseñó San Pablo y allí fue encarcelado, lo cual es verdad de Antioquía, pero no de Constantinopla. Así es que la obra sobre los Romanos la debió de componer durante su período antioqueno, es decir, entre los años 381 y 398, probablemente poco después de haber dado cima al comentario sobre el Evangelio de San Juan.

La serie entera de sermones lleva el sello de Crisóstomo en cuanto a estilo, lenguaje y método exegético. En la controversia pelagiana, el año 422, San Agustín cita (Adversus Julianum 1,27) ocho pasajes de la homilía 10 como una prueba de que Crisóstomo no era partidario del punto de vista pelagiano en la cuestión del pecado original. Estas citas tomó probablemente de una traducción latina que existía ya en su tiempo.

Aunque la Epístola a los Romanos trata de grandes problemas dogmáticos, Crisóstomo no aprovecha la ocasión para entrar en su discusión. No se sentía inclinado a la especulación teológica; le atraían, en cambio, las cuestiones morales y ascéticas. Por ello, desde el punto de vista teológico, la sobriedad antioquena de su exégesis desilusiona a veces. Por eso mismo llama aún más la atención del lector moderno su entusiasmo apasionado por San Pablo. La homilía 1 empieza con palabras de afecto y admiración hacia el Apóstol:

Al oír constantemente, dos, tres o cuatro veces por semana, la lectura de las cartas del bienaventurado Pablo, cuando celebramos la memoria de los santos mártires, me alegro y me deleito en aquella espiritual trompeta, y me entusiasmo y ardo en deseos de reconocer aquella voz amiga, y me parece imaginarle casi presente y verle dialogando conmigo; pero sufro y padezco de que no todos le conozcan como debieran conocer a este hombre, pues hay quienes lo desconocen tanto, que ni siquiera saben el número de sus cartas. Y esto no ocurre por incapacidad, sino por no querer conversar continuamente con este bienaventurado varón. Pues tampoco nosotros sabemos lo que sabemos, si algo sabemos, por disposición natural y perspicacia mental, sino porque continuamente nos asimos a este hombre y le profesamos gran afecto (Hom. 1,1).

El comentario se cierra con la misma explosión de entusiasmo por el amado maestro de los gentiles con que ha comenzado. Apenas habrá en todo el ámbito de la literatura patrística un pasaje en el que se ensalce a San Pablo con tanto afecto y devoción como en esta conclusión de las Homilías sobre los Romanos:

También amo a Roma por esto, aun cuando uno tenga otros motivos para alabarla, por su grandeza, por su antigüedad, por su belleza, por el número de sus habitantes, por su poder, por su riqueza y por sus éxitos en la guerra. Pero, pasando por alto todo lo demás, la felicito por esto, porque [Pablo] les escribió en vida, y les amaba tanto, y conversó con ellos cara a cara, y terminó allí sus días. Por eso la ciudad es más distinguida por estas razones que por ninguna otra, y a manera de un cuerpo grande y fornido" tiene ojos brillantes, que son los cuerpos de estos santos. El cielo no aparece tan brillante cuando el sol lanza sus rayos como la ciudad de los romanos, que envía a todo el mundo [la luz de] estas dos lámparas. Desde allí será arrebatado Pablo, desde allí será arrebatado también Pedro. Juzgad y estremeceos ante el espectáculo que contemplará Roma cuando Pablo se levante súbitamente de aquella tumba juntamente con Pedro y sea llevado al encuentro con Cristo. ¡Que rosa envía Roma a Cristo! ¡Qué dos coronas rodean la ciudad! ¡Con qué cadenas de oro se ciñe! ¡Qué fuentes tiene! Por esto admiro yo a la ciudad, no por su mucho oro, ni por sus columnas, ni por otras apariencias, sino por estas columnas de la Iglesia. ¡Quién me diera ahora abrazar el cuerpo de Pablo y clavarme al sepulcro y ver las cenizas de aquel cuerpo que suplió lo que faltaba a Cristo, que llevó las señales y que sembró por doquier el Evangelio; sí, las cenizas de aquel cuerpo gracias al cual llegaba a todas partes y a través del cual hablaba Cristo!... Quisiera ver el polvo de aquellos ojos que quedaron gloriosamente ciegos y recobraron nuevamente la vista para la salvación del mundo, y que aun corporalmente fueron dignos de ver a Cristo, y que, viendo las cosas terrenas, no las veían; que vieron las cosas que no se ven; que no veían el sueño; que permanecían vigilantes en medio de la noche y no sufrían la envidia. Desearía ver también las cenizas de aquellos pies que recorrieron el mundo y no se cansaron; que estaban atados al madero cuando sacudió la cárcel; que atravesaron las tierras habitadas y las inhabitadas, y que caminaron tanto. ¿Y qué necesidad hay de mencionar todos los miembros? Desearía ver el sepulcro donde yacen las armas de la justicia, la armadura de la luz, los miembros que ahora viven, pero que en vida mortificó, y en quienes vivía Cristo, que fueron crucificados al mundo; miembros de Cristo que revistieron a Cristo, templo del Espíritu, edificio santo; miembros ligados al Espíritu, clavados por el temor de Dios y que llevaron las señales de Cristo. Este cuerpo ciñe a aquella ciudad, que está más segura que ninguna torre y más que mil murallas (Hom. 32, 2.3.4).

La homilía 23 es un tratado, compacto y brillante, acerca del pensamiento político cristiano. Crisóstomo distingue aquí claramente entre el poder, que es de origen divino, y el oficio, que es de origen humano: "Para mostrar que estas normas valen para todos, aun para los sacerdotes y monjes, y no exclusivamente para hombres ocupados en negocios seculares, lo ha puesto bien claro desde el principio, diciendo "que todos estén sometidos a los poderes superiores," aunque seas apóstol o evangelista o profeta, en cuanto esta sujeción no sea subversiva de la religión. Y no dice simplemente "obedecer," sino "estar sometido"; y la primera exigencia que tiene esta norma para nosotros y el razonamiento que se ajusta a los fieles es que todo esto es por disposición de Dios. "Porque no hay poder si no viene de Dios..." ¿Puede decirse entonces que todo gobernante ha sido elegido por Dios? Yo no digo eso; él [San Pablo] contesta. No hablo ahora de gobernantes individuales, sino de la cosa en sí. Pues que tenga que haber gobernantes y que unos gobiernen y otros sean gobernados y que no se deben llevar adelante las cosas en confusión, meciéndose las gentes de una parte a otra como las olas, esto, digo yo, es obra de la sabiduría de Dios. Por eso no dice: "No hay gobernante que no venga de Dios," sino que habla de la cosa en sí y dice: "No hay poder que no venga de Dios. Y los poderes que existen están ordenados por Dios" (Hom. 23). Crisóstomo es el primer escritor teólogo que hace derivar la autoridad política de un pacto entre hombres: "Fue por esto por lo que desde muy antiguo los hombres llegaron a un acuerdo: que nosotros debíamos mantener a los gobernantes, a causa del abandono en que tienen sus propios negocios. Ellos se ocupan de los negocios públicos y en eso pasan su tiempo enteramente, y así nuestros bienes están seguros" (ibid.).

Algunas de las homilías sobre los Romanos son tan extensas, que llevaría dos horas el pronunciarlas. Por eso se pone en duda que las predicara en la forma actual.

e) Homilías sobre las dos Epístolas a los Corintios

Entre las mejores muestras de su pensamiento y de su doctrina se cuentan las cuarenta y cuatro homilías sobre la primera a los Corintios y las treinta y tres sobre la segunda. En la homilía 21 sobre la primera menciona explícitamente que está escribiendo en Antioquía (21,6). Las homilías sobre la segunda las escribió también en la misma ciudad, ya Hom. 26,5, refiriéndose a Constantinopla, dice "allí." No es posible determinar la fecha exacta de composición. En Hom. 7,2 sobre la primera, el autor alude a su comentario sobre San Mateo, y en Hom. 27,2, al comentario sobre el Evangelio de San Juan.

La detallada discusión que encontramos en Hom. 7,1-2 sobre la primera a los Corintios acerca del concepto paulino del Misterio cristiano nos proporciona la clave mejor para ver cómo entendía el propio Crisóstomo el pasaje de 1 Cor 2, 6-10. La profunda exposición que hace de este pasaje va contra las tendencias racionalistas de los anomeos, que negaban el aspecto de Misterio de la religión cristiana. En la Hom. 40 sobre la primera a los Corintios 15,29 cita un pasaje de lo que aparentemente era un credo que se declamaba delante de los candidatos, cuando éstos habían descendido a la fuente bautismal, en la vigilia pascual. De todos modos, está claro que este símbolo antioqueno contenía las cláusulas "y en la remisión de los pecados, y en la resurrección de los muertos, y en la vida perdurable." Toda la homilía tiene un gran valor para la historia de la liturgia bautismal y para la disciplina arcani. Acerca de esta última advierte Crisóstomo:

Primeramente quiero recordaros a vosotros, que ya estáis iniciados, la respuesta que os mandaron decir en aquella vigilia [pascual] los que os iniciaron; luego explicaré también la frase de Pablo: así os será más claro también esto. Después de todo lo demás, añadimos esto que ahora dice Pablo. Quiero decirlo con claridad, pero no me atrevo a causa de los iniciados. Estos añaden dificultad a nuestra exposición, obligándonos, o a no hablar claramente, o a revelarles los misterios inefables. Con todo, hablaré, en cuanto pueda, como a través de un velo. Después de anunciar aquellas palabras místicas y temibles y las formidables normas de las doctrinas que nos han venido del cielo, al final añadiré también esto cuando vayamos a bautizar, haciéndoles decir: "Creo en la resurrección de los muertos," y en esta fe somos bautizados. Después de haber confesado esto con los demás, entonces nos bajan a la fuente de aquellas aguas sagradas. Recordándoles, pues, esto, dijo Pablo: "Si no hay resurrección, ¿por qué se bautiza también por los muertos?," es decir, por los cadáveres. En efecto, por esta razón eres bautizado, porque crees en la resurrección del cuerpo muerto, que no queda muerto. Tú, por tu parte, afirmas de palabra la resurrección de los muertos; en cambio, el sacerdote, como en una especie de imagen, te muestra con los mismos hechos lo que has creído y confesado con palabras. Cuando crees sin signo alguno, te da también el signo; cuando tú has puesto tu parte, entonces te lo garantiza también Dios. ¿Cómo así y de qué manera? Por el agua. El bautizarse y sumergirse y surgir luego es símbolo del descenso a los infiernos y de la subida de allí. Por eso llama también Pablo al bautismo una sepultura: "Hemos sido, pues, sepultados con El por el bautismo en su muerte" (Hom. 40,1).

Además de las dos series de homilías sobre la primera y segunda Epístolas a los Corintios, Crisóstomo compuso tres sermones sobre 1 Cor 7:1 (PG 51,207-242) y tres sobre 2 Cor 4:13 (PG 51,271-302) y uno sobre 1 Cor 15:28. El texto griego de este último lo publicó por vez primera Haidacher en 1907.

f) Comentario sobre los Gálatas

El Comentario sobre los Gálatas presenta ahora la misma forma que una obra moderna, es decir, es una exéresis corrida del texto, versículo por versículo. Sin embargo, al igual que la exégesis de Isaías que hemos mencionado más arriba, originariamente consistía en una serie de homilías, pues algunas veces Crisóstomo se dirige a sus oyentes. Tampoco a esta obra podemos asignarle una fecha exacta, pero probablemente fue compuesta después que las homilías sobre las Epístolas a los Corintios. De todos modos, Crisóstomo continuaba en Antioquía, pues se refiere a su homilía Sobre el cambio de nombres (cf. supra, p.461) como pronunciada ante los mismos oyentes: "De este tema va hablamos algo cuando diserté ante vosotros acerca del cambio de su nombre, por qué se le llamó Pablo a quien se llamaba Saulo. Si lo habéis olvidado, lo sabréis todo cogiendo aquel libro" (c.1,9).

g) Homilías sobre la Epístola a los Efesios

Las veinticuatro homilías sobre los Efesios revelan su origen antioqueno por la mención que en ellas se hace familiarmente de San Rabila, en la homilía 9, y de San Julián, en la homilía 21,3, los dos santos predilectos de aquella ciudad; de San Julián dice Teodoreto (Hist. eccl. 4,27) que en una ocasión visitó Antioquía. En las homilías 6 y 13, Crisóstomo se refiere a instituciones monásticas establecidas en las montañas vecinas, y las de cerca de Antioquía jugaron un papel importante en su propia vida como ermitaño. Además, Hom. 11,5 encierra una alusión a un cisma que existía en la comunidad de sus oyentes; debe de ser el de Melecio. La homilía 20 es muy importante para la doctrina de Crisóstomo sobre el matrimonio. Tiene el aspecto de un código moral para marido y mujer, y es una prueba del concepto ideal que él tenía del matrimonio cristiano.

h) Homilías sobre la Epístola a los Filipenses

Las quince homilías sobre la Epístola a los Filipenses las ha asignado Baur a Antioquía, pensando que sólo allí pudo gozar de la tranquilidad necesaria para componerlas. Sin embargo, encontramos varias alusiones a sus responsabilidades de obispo, especialmente en Hom. 9,5, que prueban que son posteriores, de la época de Constantinopla. Baur opina que la alusión al monarca reinante, en la homilía 15, cuadraría a Teodosio y al período antioqueno, pero no así a Arcadio ni al tiempo en que Crisóstomo estaba en Constantinopla. "¿No es verdad, pregunta el predicador, que el mismo que ahora reina se encuentra en medio de tribulaciones, peligros, tristezas, desalientos, desgracias y conspiraciones desde que le impusieron la corona?" Sin embarco, parece que aquí Crisóstomo piensa en el pusilánime Arcadio más que en el victorioso Teodosio, que superó todas las dificultades. La homilía 7 sobre los Filipenses 2:5-11 es una gran defensa de la doctrina de la Encarnación contra los herejes antiguos y modernos, contra los marcionitas. Pablo de Samosata y los arrianos. Crisóstomo subraya la "perfecta" divinidad y la "perfecta" humanidad de Cristo, que se compone de cuerpo y alma. "No vayamos a confundir o separar las naturalezas. Hay un solo Dios, hay un solo Cristo, el Hijo de Dios; cuando yo digo "un solo," quiero significar una unión, no una confusión; la única naturaleza no degeneró en otra, sino que se unió con ella."

i) Homilías sobre la Epístola a los Colosenses

Las doce homilías sobre la Epístola a los Colosenses las escribió también en Constantinopla, pues al final de la tercera se alude claramente al oficio episcopal del predicador: "Tú no me desprecias a mí, sino que desprecias el sacerdocio. Cuando me veas despojado de él, despréciame entonces; entonces ni yo mismo toleraré dar órdenes. Mientras nos sentamos en este trono, mientras ocupamos la presidencia, tenemos también la dignidad y la fuerza, aunque no lo merezcamos. Si el trono de Moisés era tan venerable que se le escuchaba por eso, mucho más lo es el trono de Cristo. Nosotros lo hemos recibido; desde él hablamos... Los legados, sean los que fueren, gozan de gran honor por razón de la dignidad de su legación... También nosotros hemos recibido el oficio de una embajada y venimos de parte de Dios. Tal es, en efecto, la dignidad del episcopado... Somos embajadores de Dios ante los hombres. Si esto te resulta arduo, no somos nosotros, sino el mismo episcopado: no es éste o aquél, sino el obispo" (Hom. 3,4).

Estas homilías sobre los Colosenses las debió de pronunciar Crisóstomo el año 399, pues alude a la caída de Eutropio, que ocurrió el verano de ese mismo año: "El que ayer se sentaba en lo alto de la tribuna, que tenía heraldos que gritaban a pleno pulmón y mucha senté que le precedía abriendo paso pomposamente delante de él por el foro, hoy se encuentra humilde y mezquino, despojado de todo y abandonado de todos aquellos, como polvo transportado de aquí para allá, como ola que pasa" (Hom. 7,3). No se menciona la muerte violenta de Eutropio, lo cual parece dar a entender que esta homilía la pronunció poco después de su caída.

Aunque hay pasajes que nos muestran al Crisóstomo de los mejores tiempos, sin embarco, en su conjunto, estas homilías no llegan al nivel general de excelencia que vemos en las demás. En cambio, en cuanto a variedad de contenido, pueden competir con cualquiera. En la primera homilía diserta sobre las muchas maneras de amistad entre los hombres. La tercera trata de Col 1,15-8 y tiene importancia para la cristología. La cuarta responde a la pregunta por qué no vino Cristo al mundo antes. Su conclusión es muy instructiva acerca del uso de los libros históricos del Antiguo Testamento. La quinta trata de la incapacidad de la razón humana para comprender los misterios y de su insuficiencia para entender las cosas sobrenaturales. Aunque Crisóstomo no rechaza rígidamente la interpretación alegórica, raras veces le da rienda suelta como le da aquí. La sexta describe cómo borró Cristo con su muerte el título de la deuda contraída por los hombres y cómo lo rompió en dos. La séptima explica los efectos de destrucción y regeneración propios del bautismo. La octava demuestra que la gratitud es una gran filosofía de la vida y equivale al martirio cuando es por injurias recibidas de otro. La novena recalca la necesidad de leer las Escrituras con seriedad y señala la gran utilidad de los Salmos para la instrucción moral. Urge a los padres que enseñen a los hijos el canto de los Salmos, que les llevará a los himnos, que son "cosa más divina": "Cuando el niño esté instruido en los salmos, entonces aprenderá también los himnos, como cosa más divina. Las potestades celestes, en efecto, cantan himnos, no salmos." La duodécima, al condenar los abusos de las fiestas de bodas, imagina a Cristo y a sus ángeles presentes en el matrimonio cristiano.

k) Homilías sobre las dos Epístolas a los Tesalonicenses

Crisóstomo pronunció once homilías sobre la primera a los Tesalonicenses y cinco sobre la segunda. Estas dos series pertenecen al período episcopal de Constantinopla, pues en las dos se refiere a los deberes de su elevado oficio. En la homilía 8,4 sobre la primera a los Tesalonicenses afirma: "Tendré que responder de este oficio en que os presido," y en la homilía 4,3 desarrolla la misma idea.

l) Homilías sobre las Epístolas a Timoteo, Tito y Filemón

Las dieciocho homilías sobre la primera Epístola a Timoteo y las diez sobre la segunda parece que las escribió en Antioquía. Habla una νotra vez del oficio episcopal de Timoteo, sin aludir para nada a que también fuera obispo. El gran número de solitarios que vivían cerca de la ciudad le da ocasión para alabar su estricta disciplina y su devoción ejemplar, como lo hace en otras homilías que predicó en Antioquía. En la homilía 8,3 sobre la segunda a Timoteo alude evidentemente al incendio del templo de Apolo en Dafne, incendio que describe detalladamente en su homilía sobre San Babila. Todos estos indicios apuntan hacia Antioquía como lugar de origen de estas homilías.

Las seis homilías sobre la Epístola a Tito hay que situarlas también en Antioquía, pues Dafne y la cueva de Matrona que se mencionan en el sermón 3 se hallan cerca de la capital siríaca. La larga disquisición sobre las responsabilidades del obispo se refiere a otro y no a sí mismo.

Las tres homilías sobre la Epístola a Filemón tienen especial importancia para conocer las ideas de Crisóstomo sobre la institución de la esclavitud. La consideraba como un hecho y como una consecuencia del pecado, pero se negaba a aceptarla como una ley de la naturaleza. Proclama que la Iglesia no hace distinción entre esclavos y libres (Hom. 1) y fomenta por todos los medios la manumisión por parte de los dueños cristianos (Hom. 3). A los esclavos llama hermanos de Cristo y exige que se les trate como a tales (Hom. 2). Las homilías sobre Filemón pertenecen probablemente a la misma época que las homilías sobre Timoteo y Tito.

m) Homilías sobre la Epístola a los Hebreos

Las 34 homilías sobre la Epístola a los Hebreos las compuso en el último año de su oficio episcopal en Constantinopla, es decir, el 403-404, pues el título hace constar que fueron publicadas después de su muerte, a base de apuntes taquigráficos, por Constancio, sacerdote de Antioquía.

Casiodoro nos cuenta (Inst. 1,8) que, a instancias suyas, un amigo, Muciano, tradujo al latín estas 34 homilías sobre los Hebreos.

Aunque se han editado bajo el nombre de Crisóstomo (PG 65,1039-1062) algunos fragmentos de catenae sobre las Epístolas" católicas, nunca compuso, sin embargo, ningún comentario sobre ellas. Se ha probado que casi todos estos scholia pertenecen a otros tratados suyos.

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