conoZe.com » bibel » Otros » Jean Guitton » Retrato de Marta Robin » 8.- La experiencia mística en la evolución

Después de Hiroshima

La ventaja de Marta sobre los místicos que la han precedido, es haber vivido en el momento de la primera bomba atómica. Marta tenía entonces unos cuarenta años y aún viviría otros cuarenta. Durante esta vida sin sueño, de constante pensar y de oración, pudo entrever el porvenir de la evolución. Por mi parte jamás he dejado de pensar que con la era atómica hemos entrado en una nueva fase, y quizás decisiva, de la historia. Ni Bergson ni Husserl pudieron tomar esto en consideración. No sé que Sartre o Althuser lo hayan tomado en cuenta, más bien han continuado el impulso anterior. El Concilio Vaticano ll, optimista por esperanza, no se ha enfrentado a esto.

Me parece que el pensador del año 2000 se verá obligado a proponer una hipótesis de este tipo:

Todo sucede como si la evolución fuera una victoria creciente del espíritu. Todo sucede como si este progreso se hiciera indirectamente, aleatoriamente, por una serie de mutaciones improbables. En un cosmos sembrado de nebulosas, donde no había al principio más que fuego y vacío, sobre una mota ínfima apareció un organismo, es decir, una materia animada, capaz de reproducirse indefinidamente. Mas, ¡qué casualidad inconcebible, infinitamente improbable, ver aparecer en el reino animal un ser capaz de representarse, hacerse idea del conjunto de los seres (y por añadidura, de él mismo)! ¿Cómo explicar este improbable que es el animal pensante, capaz de un progreso indefinido? Y, para continuar esta serie de improbabilidades, ¿cuál era la posibilidad de ver aparecer en la humanidad pensante, y entre tantas supersticiones fabulosas, una religión contestada, vulnerable, pero siempre viva en un "pequeño resto"? Así todo ha ido siempre de improbable a más improbable; pero los improbables eran teledirigidos. Cuando se considera su serie se percibe un eje, un designio, una suerte de idea directriz. Verdaderamente en cada etapa, en cada salto de umbral, sobreviene una crisis. El nuevo improbable aparece bajo formas ocultas, germinales, mezquinas —como los primeros mamíferos, los primeros hombres, los primeros cristianos— pero el avance prosigue. ¿Va a interrumpirse?

Después de Hiroshima vivimos uno de esos periodos de crisis que preceden a un salto del umbral. E, indudablemente, al más decisivo de la evolución.

De Heráclito a Bergson o a Teilhard las cabezas pensantes han especulado sobre una historia que pronto nos va a parecer como una época lejana, un "Antiguo Testamento". Una nueva era ha comenzado, análoga a la era del fuego y más renovadora. Cuando se descubrió el fuego los hombres eran escasos, dispersos por el planeta. No existía una humanidad formando un conjunto, a imagen de un solo hombre.

Este tiempo nuevo es tan reciente, tan inimaginable, que no ha podido ser comprendido aún por los pensadores, ni gobernado por los jefes de las naciones, ni vivido por los grandes místicos o grandes profetas.

Existe en estos saltos de umbral, en estos pasos improbables de un orden a otro, un intervalo, a veces inmenso, entre el momento en que se siembra la semilla y aquel en que brota la espiga. Digamos: entre el origen y la emergencia. La mutación está adquirida, pero permanece virtual. Después de Hiroshima, nosotros estamos en este intervalo del que no podemos saber si durará algunos años o algunos siglos. Y ¿ha habido en el pasado de la evolución una fase tan solemne, a pesar de su silencio y de su fracaso, en la que se hayan observado más los signos de una emergencia, sin que se pueda determinar si será "para lo peor o para lo mejor"? ¿Ha habido un tiempo en el que la esperanza y la desesperanza hayan sido más intensas y estado más mezcladas?

Para volver a mi asunto, que es situar a Marta en la evolución, voy a presentar algunas observaciones utópicas, pero que, como toda utopía, pueden orientar muchas investigaciones.

Viendo a Marta vivir sin alimentos solía yo considerar la relación del animal con su medio bajo sus dos formas de respiración y de nutrición. La solución del animal difiere de la del no animal: sin movilidad, pero con la ventaja de asimilar directamente la energía solar, sin destruir ninguna substancia viva, sino con una relación directa al origen. Paul Valery y Jean Bernard, reflexionando sobre la sangre, han llegado a ideas análogas, Hablando del animal, Valery escribía: "Si la sangre del animal recibiera totalmente preparadas las substancias cuya elaboración requiere tanta coordinación, se puede concebir un modo de mantenerse vivo que no haría uso de ninguno de los órganos de relación: los sentidos, los motores, los instintos, la psiqué; y después todo el trabajo en cadena que se inicia desde que las señales de los sentidos se han puesto en marcha, que exige trituradores, amasadores, transportistas, filtros, tubos, quemadores y radiadores". A los ojos de Jean Bernard, que cita este texto, Valery vislumbra lo que será una medicina de sustitución, anunciando la sangre artificial, los tejidos artificiales[5]. Estos dos maestros del "pensamiento sobre la sangre" me han ayudado a comprender lo que sucedía en mi amiga "cuyo cuerpo todo no existía más que para la sangre", como el de la Jeune Parque.

Vayamos todavía más lejos en nuestra hipótesis. Los estigmatizados pierden su sangre con una tal abundancia que algunos sujetos sufren una pérdida equivalente a la de su volumen sanguíneo. Y recobran su peso sin alimentarse. Así pues, yo pregunto: ¿No habrá una fuente oculta de energía en el interior de la materia?

¿Qué son, pues, nuestras centrales eléctricas y nuestros ciclotrones sino laboratorios que desencadenan y después ralentizan la explosión de energía contenida en ciertas parcelas de la materia? ¿No podría concebirse un alternador en el que la energía se convirtiera en materia y la materia en energía por una especie de respiración atómica? Y si nuestra industria pudiera un día fabricar un alternador así (análogo a una lámpara perpetua) ¿no se podría conectar a este alternador canales que permitieran obtener una nueva energía?

Solía yo comparar el estado de Marta con la situación de los cosmonautas que viven sin pesantez. Marta estaba también en hibernación, y se hubiera podido sacar provecho de sus experiencias para nuestras nuevas técnicas astronautas o medicinales. Más que la nuestra, la sangre de Marta era un "sol líquido". ¿Quién sabe si no poseía propiedades desconocidas, si no hubiera ayudado a perfeccionar las investigaciones que están en marcha para la curación de la leucemia y el cáncer? Se dirá que todo esto son ficciones, Pero la utopía, el mito, la poesía surrealista, la pintura abstracta, como las profecías enigmáticas, pueden ser anticipaciones. Leí, siendo niño, a Julio Verne sin creer en sus extraordinarias historias, y he vivido lo suficiente para saber que el primer submarino atómico tenía por nombre Nautilus.

Notas

[5] Ver el estudio de Bernard en Fonctions de l'esprit, treize savants redécouvrent Paul Valery, págs. 71 a 80

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