conoZe.com » bibel » Otros » Jean Guitton » Retrato de Marta Robin » 8.- La experiencia mística en la evolución

Bilocación

No me extenderé más sobre los fenómenos paranormales que se han podido observar en la vida de Marta. Lo difícil es discernir cuál es la relación que tienen estos fenómenos con lo "sobrenatural"; mas esto es mi oficio. Propongo mi hipótesis: lo paranormal es ambiguo cuando no está poseído por un elemento superior de heroísmo, de sabiduría o santidad. Brevemente: el "médium" es un desequilibrado cuando no es un santo. No quiero, sin embargo, dejar este dominio sin haber presentado un hecho de la vida de Marta sobre el cual he podido investigar largamente y que interesa a la psicología profunda: la relación del alma y el cuerpo más allá de la percepción.

Una profesora de Châteauneuf, Mariángela, estaba muy enferma. Hacia las siete de la tarde un sacerdote del Hogar llevó la comunión a Mariángela y le anunció que al anochecer volvería para darle la Unción de Enfermos. Mariángela se concentró en la oración. Silencio de la noche. Apagó la lámpara de la cabecera. A las diecinueve treinta y cinco la profesora de matemáticas, Janine Chevalier, entró en la pequeña antecámara que precedía a la habitación de Mariángela, quería abrazar a su amiga antes de su partida fijada para el día siguiente. Llama. La campanilla no responde. Se queda inmóvil, pues, cosa extraña, oye hablar en la habitación. Llega a oír estas palabras: "Corazón sacratísimo de Jesús, paciente y de infinita misericordia, ten piedad de nosotros. Corazón sacratísimo de Jesús, lleno de bondad y de amor, ten piedad de nosotros. Corazón sacratísimo de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, ten piedad de nosotros. Corazón sacratísimo de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren, ten piedad de nosotros...» Janine golpea la puerta. Nadie responde. Llama entonces a la enfermera del Hogar, que trae la merienda a Mariángela. Entran. Mariángela está acostada sobre el lado derecho con la mano puesta sobre el corazón. Está muerta.

Preguntaron a Marta. Ella respondió con su vocecita tranquila: "Había prometido a Mariángela ayudarla en su última hora. Y he ido. He visto su habitación. He dicho esa oración".

Esta "visita" de Marta a Mariángela no puede negarse. Se encuentran en las hagiografías muchos relatos análogos, a los que se clasifican bajo el nombre de "bilocación". Sin querer pronunciarme sobre el fondo, ateniéndome sólo a las apariencias, yo diría que todo sucede como si una especie de imagen de Marta estuviera presente en la habitación de Mariángela, como si Marta tuviese la facultad de extender el campo de su percepción y de su acción. Se sabe que en las horas dramáticas de la vida (por ejemplo, a la hora de la muerte) los agonizantes envían mensajes al espacio, que son recibidos a miles de kilómetros. La telepatía sería un caso particular de la comunicación entre las conciencias, y la bilocación podría ser considerada como la transferencia de un "ectoplasma" de un sujeto al lugar donde se halla otro sujeto al que está unido por lazos de simpatía. Estos fenómenos psíquicos que la ciencia de nuestro siglo deja de lado por temor a las ilusiones, serán sin duda mejor descritos en el futuro, pues la ciencia frecuentemente ha progresado por el estudio de casos juzgados en su tiempo impensables.

He tenido oportunidad de conversar de estos problemas con dos filósofos de muy diferente mentalidad, pero que tenían por máxima no negarse a priori a admitir la posibilidad de un hecho. Henri Bergson y Gabriel Marcel eran curiosos, se interesaban por las excepciones. Es más, solían pensar que lo que nosotros llamamos anormal, excepcional, quizás sea o debiera ser lo verdaderamente normal; por ejemplo, que debiera ser normal comunicarse a distancia o construir una ciencia psíquica antes que las llamadas ciencias físicas[4]. ¿Qué sabemos de la relación de la materia y la memoria, del cerebro y del pensamiento, no obstante vivir nosotros este misterio impensable? ¿Qué sabemos de esa presencia de los seres y de las cosas en nosotros, lo que llamamos percepción, conocimiento, simpatía, amor? Y los hechos marginales, aberrantes, condenados de antemano por nuestros postulados, ¿no deberían ser estudiados con cuidado para extender nuestro saber, para preparar el futuro? El lector comprenderá sin esfuerzo que, habiendo conocido la extraordinaria existencia de Marta, yo haya hablado de ella a filósofos, a sabios, a fin de recabar su juicio. Frecuentemente me daba cuenta de que apenas me escuchaban, pues teniendo tomada ya previamente una postura, Marta les parecía o engañada o engañadora. He podido comprobar una vez más, cómo en cada uno de nosotros se yuxtaponen una extrema curiosidad por aquello que nos cae bien y una indiferencia radical para lo que nos molesta.

Notas

[4] Bergson, L'Energie Spirituelle, PUF pp. 860 a 874.

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