Judaismo

La religión judía tal como se vive actualmente es practicada por un amplio conjunto de grupos y corrientes que suelen tener en común la veneración de la Torah y de la Tradición rabínica, así como la institución de la Sinagoga, que después de la destrucción del segundo Templo en el año 70 d.C., encierra para el Judaísmo una importancia excepcional.

La Torah, contenida en la Biblia, se concibe generalmente como una realidad normativa que es eterna y trascendente, como el Dios que la ha dispuesto. El Judaísmo tradicional respeta y cumple también la Tradición que, mediante el Talmud y la Mishna principalmente, interpreta y desarrolla la Torah. Esta Tradición tiene carácter normativo y prescribe un gran número de preceptos que todo judío devoto se considera obligado a observar.

La Sinagoga nace en los siglos anteriores al Cristianismo, con un fin pedagógico y para reflejar los cultos rituales del Templo de Jerusalén en beneficio de quienes no podían peregrinar a la Ciudad Santa. En el Judaísmo de la diáspora antigua y moderna, la Sinagoga cumple esencialmente tres funciones: es casa de reunión (Bet Knesset), casa de oración (Bet Tefillah), y casa de estudio (Bet Midrash). La Sinagoga ha tenido y tiene gran significado como instrumento eficaz para mantener separado al fiel judío del mundo secular y potenciar su sentido de identidad étnica y religiosa.

El Judaísmo rabínico tradicional tiende a regular la acción más estrictamente de lo que regula las expresiones doctrinales del pensamiento, pero hay unos dogmas cuya profesión permite ser miembro de la comunidad. La Torah y Tradición contienen, en efecto, doctrinas fundamentales que todo judío debe aceptar. Se cuentan entre ellas la trascendencia de Dios, la actividad divina creadora, la providencia, el juicio, la libertad humana, la elección de Israel, la venida escatológica del Mesías, la resurrección de los muertos y el mundo futuro.

Este judaísmo de carácter tradicional convive desde el medioevo con corrientes esotéricas de carácter místico que se expresan en la Cábala. Este misticismo, que pervive en nuestros días, trata de determinar la relación entre la divinidad absolutamente trascendente (En sof) y la creación, y ha dado lugar a exuberantes especulaciones basadas muchas de ellas en el simbolismo presuntamente bíblico de los números.

El Judaísmo experimenta intentos de secularización, con pérdida de sustancia religiosa, en el Iluminismo y la Ilustración dc1 siglo XVIII. El deseo de algunos intelectuales judíos centroeuropeos -corno Moses Mendelsohn (1729-1786)- de acercar o asimilar la cultura judía a las corrientes imperantes, introducen en la religión judía elementos críticos y racionalistas, que contrastan con el Judaísmo tradicional. Los judíos ilustrados colocan en segundo término la fe profética y el papel mesiánico de Israel, y acentúan más bien una visión del pueblo judío como vanguardia del progreso espiritual y moral de la humanidad.

Una corriente de gran importancia religiosa es la representada por el Casidismo, nacido en Europa oriental en el siglo XIX. Se trata de una reacción contra la ortodoxia rabínica. El Casidismo prefiere la piedad y el carisma contra la erudición religiosa y la práctica convencional de la Torah, e igual que el Rabinismo, se opone a las tendencias ilustradas.

Los primeros decenios del siglo XX presencian un cierto resurgimiento religioso y espiritual del Judaísmo europeo, con figuras de gran importancia como Martin Buber (1878-1965) y Franz Rosenzweig (1886-1929).

Mención aparte merece el Judaísmo norteamericano, que de orígenes modestos, desde que en 1654 se fundara en New Amsterdam la primera comunidad judía americana, ha llegado a ser en la actualidad una fuerza de gran influencia socio-política, cultural y económica. Los judíos de Estados Unidos eran 230.000 en 1880, 400.000 en 1888, 950.000 en 1897, y 3.000.000 en 1914. Durante los años veinte y treinta del siglo que ahora termina, la población judía creció en un 40%, y se dobló el número de sinagogas: de 1901 en 1916 a 3800 en 1937.

El Judaísmo norteamericano se caracteriza por la existencia de tres corrientes principales: ortodoxa, reformada y conservadora. Según datos de 1995, hay en las ciudades importantes del país unas 50 sinagogas ortodoxas, 60 conservadoras, y 140 reformadas [Cfr Kerry Olitzky, The American Synagogue, Westport, 1996].

El Judaísmo reformado nace en el siglo XIX con el deseo de adaptar la práctica religiosa a las condiciones cambiantes de la vida social alemana. Los reformadores defienden la idea de una revelación progresiva, y un mantenimiento de las ceremonias litúrgicas que resulten significativas al judío moderno.

El Judaísmo ortodoxo aparece como una reacción frente al anterior. Considera vinculante la totalidad de la Tradición judía, rechaza la crítica moderna de 1a Biblia, y mantiene la doctrina de un Mesías personal. Los servicios religiosos ortodoxos se celebran completamente en hebreo, y hombres y mujeres ocupan lugares diferentes en el templo.

El Judaísmo conservador trata de ser una vía media que combine formas tradicionales de la fe y del culto con algunas concesiones a la vida moderna.

El Judaísmo se ha comprendido y se comprende a sí mismo como una unidad que se expresa en una comunidad étnica y religiosa. Excluye expresamente la posibilidad de conciliar la pertenencia al pueblo hebreo y la pertenencia a otra religión. La persecución sufrida por los judíos durante el tercer Reich ha apagado en el Judaísmo las corrientes de tipo optimista y desde luego asimilacionista hacia la cultura ambiente. Domina actualmente un monoteísmo débil y un fuerte acento en la libertad y responsabilidad humanas. Se ha agrandado la conciencia de una historia común.

El Cristianismo conserva una especial relación con el Judaísmo, que contiene sus promesas y su preparación, lejana e inmediata en la historia de la salvación. El Magisterio de la Iglesia ha dedicado reflexiones significativas al pueblo hebreo, especialmente en la Declaración Nostrae aetate del Concilio Vaticano II, y más recientemente en el documento papal Nosotros recordamos. Una reflexión sobre la Shoah, publicado en marzo de 1998.

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Por José Morales

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