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III.- Silas en Andorra, Fibonacci
El bautizo de Silas y su paso por Andorra
Capítulo 10, páginas 77-78:
Se está narrando la historia de Silas, el monje albino. «A los dieciocho años, en una ciudad portuaria, mientras intentaba robar una caja con jamones curados de un barco carguero, le pillaron dos miembros de la tripulación. [...] El joven le rompió el cuello a uno con la fuerza de sus manos, y sólo la llegada de la Policía salvó al otro de un destino similar.
»Dos meses después, con grilletes en pies y manos, llegó a la cárcel de Andorra.
»Durante doce años, su carne y su alma fueron marchitándose. [...] Una noche, se despertó al oír los gritos de otros presos. No sabía qué fuerza hacía temblar el suelo sobre el que dormía, ni qué poderosa mano sacudía las paredes de su celda, pero nada más levantarse de la cama, una piedra enorme cayó justo donde él había estado acostado. Al levantar la vista para ver de dónde se había desprendido, vio un hueco en la pared temblorosa y, a través, de él, una visión que no había visto en años: la luna». Tras un viaje rocambolesco, el fugitivo llega hasta Oviedo, hasta la casa del cura Manuel Aringarosa. «¿Cómo te llamas? -le preguntó el cura. El fantasma no se acordaba del nombre que sus padres le habían puesto. [...]
»Vacilante, el fantasma cogió la Biblia y buscó el pasaje que el cura le había señalado.
»Hechos, 16.
»Aquellos versículos hablaban de un preso llamado Silas que estaba desnudo y herido en su celda, cantando himnos al Señor. Cuando el fantasma llegó al versículo 26 ahogó un grito de sorpresa.
»... y de pronto hubo un gran terremoto y los cimientos de la cárcel se agitaron y todas las puertas se abrieron.
»[...] -A partir de ahora, amigo mío, si no tienes otro nombre, te llamaré Silas».
El sistema penal francés, según Brown, es realmente interesante. El joven albino comete un homicidio en una ciudad portuaria francesa, pero de forma misteriosa «con grilletes en pies y manos, llegó a la cárcel de Andorra». Para un norteamericano debe de resultar divertido pensar que Europa funciona así.
Lo que sigue, el relato de la piedra que se cae y deja expedito el camino hasta la libertad, es digno de El conde de Montecristo. Lo cual demuestra lo mal que hacían los franceses al fiarse de los andorranos para custodiar a sus presos. Al final, lo barato sale caro. Lo sorprendente es que en una cárcel de tan mala calidad no lograra escaparse en los doce años precedentes.
También es raro que el «fantasma» no se acordara de su nombre de siempre, pero más raro aún es el modo en que se encuentra con su nombre nuevo.
El cura le dice que lea el capítulo 16 de los Hechos de los Apóstoles. Pero el pobre Aringarosa debía de ser un imaginativo intérprete de la Biblia. Los pasajes a partir del versículo 25 relatan que Pablo y su compañero Silas estaban presos por el evangelio en la ciudad de Filipos. «Hacia la media noche, Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios». Luego se produce el terremoto y todas las puertas se abren y las cadenas de todos los presos se sueltan. El carcelero, al darse cuenta, quiso suicidarse. Pero Pablo le dice: «No te hagas ningún daño, que todos estamos aquí». Efectivamente, ninguno de los presos se escapó. Conmovido, el carcelero les pide ser instruido en la fe: «¿Qué tengo que hacer para salvarme?». Ellos le anuncian el evangelio y le bautizan. En lugar de huir, se quedan en la cárcel -aunque en la parte de la vivienda del carcelero- a pasar la noche. Al día siguiente, los pretores le mandaron al carcelero que liberara a los presos. Pero Pablo se niega a salir: «Nos metieron en la cárcel, después de habernos azotado públicamente sin juicio previo, ¿ahora quieren echarnos de aquí a escondidas?
Eso no; que vengan ellos a sacarnos». Los pretores, amedrentados al saber que eran ciudadanos romanos, fueron a la cárcel y les rogaban que se marcharan de la ciudad. Entonces Pablo se dio por satisfecho y se marcharon.
Lo único que guarda una semejanza con lo que cuenta Brown es el terremoto. ¿Por qué llamarle Silas y no Pablo? No tiene importancia alguna, pero ilustra el modo de argumentar de Brown. Simplifica y da por supuesto. Tiene una afición extraña por los enigmas, sobre todo allí donde no hay ninguno. En este caso, el pasaje está traído por los pelos, pero en la novela da a entender que encierra toda la explicación de la vida del pobre albino.
Falta el cero, aunque no salgan las cuentas
Capítulo 11, página 82:
Sophie ha descifrado los números que aparecían en el mensaje póstumo de su abuelo:
«1-1-2-3-5-8-13-21
»-¿Qué es esto? [...]
»-Se trata de la secuencia de Fibonacci».
La secuencia de Fibonacci en realidad comienza por el cero y prosigue con una serie infinita de números cada uno de los cuales es resultado de la suma de los dos anteriores: 0,1,1,2,3,5,8,13,21,34...
Al tratarse de una serie infinita, se pueden tomar los números que se quiera para ilustrarla (los cinco, los ocho, los treinta primeros números de la secuencia, por ejemplo), pero nunca pueden faltar los primeros de ella.
Curiosamente, el experto Sauniére se equivocó, pero su nieta le entiende perfectamente.
Aquí conviene que aparezca la diosa Isis.
También aparece un gnomon y el marques de Sade.
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