conoZe.com » bibel » Documentos » Juan Pablo II » Exhortaciones Apostólicas de Juan Pablo II » Ecclesia in Africa » Capítulo V.- «Seréis mis Testigos» en África

I.- Agentes de la evangelización

88. La evangelización tiene necesidad de agentes. En efecto, «cómo invocarán a aquel (el Señor) en quien no han creído? Cómo creerán en aquel a quien no han oído? Cómo oirán sin que se les predique? Y cómo predicarán si no son enviados?» (Rm 10, 14-15). El anuncio del Evangelio sólo puede realizarse plenamente con la aportación de todos los creyentes, a todos los niveles de la Iglesia, tanto universal como local.

Corresponde en primer lugar a esta última, la Iglesia local bajo la responsabilidad del Obispo, coordinar la obra de la evangelización, convocando a los fieles, confirmándolos en la fe mediante la labor de los sacerdotes y catequistas, y sosteniéndolos en la realización de sus respectivas misiones. A este fin, la diócesis debe crear las estructuras necesarias de encuentro, diálogo y programación. Sirviéndose de ellas el Obispo podrá orientar oportunamente el trabajo de los sacerdotes, religiosos y laicos, acogiendo los dones y carismas de cada uno para ponerlos al servicio de una pastoral actualizada e incisiva. En este sentido, serán muy útiles los diversos Consejos previstos por las normas vigentes del Derecho Canónico.

Comunidades eclesiales vivas

89. Los Padres sinodales reconocieron rápidamente que la Iglesia como Familia sólo puede dar su medida de Iglesia ramificándose en comunidades suficientemente pequeñas que permitan estrechas relaciones humanas. Las características de dichas comunidades fueron sintetizadas así por la Asamblea: deben ser lugares donde se atienda en primer lugar a la propia evangelización para después llevar la Buena Nueva a los demás; por eso deben ser lugares de oración y de escucha de la Palabra de Dios; de responsabilización de sus propios miembros; de aprendizaje de vida eclesial; de reflexión sobre los distintos problemas humanos, a la luz del Evangelio. En ellas se deben comprometer sobre todo a vivir el amor universal de Cristo, que transciende las barreras de las solidaridades naturales de los clanes, tribus u otros grupos de interés.169

Laicado

90. Se debe ayudar a los laicos a tomar cada vez más conciencia del papel que deben ocupar en la Iglesia, reconociendo así la misión que les es propia como bautizados y confirmados, de acuerdo con la enseñanza de la Exhortación apostólica postsinodal Christifideles laici 170 y de la Encíclica Redemptoris missio.171 Deben, pues, ser preparados para esto mediante adecuados centros o escuelas de formación bíblica y pastoral. Del mismo modo, los cristianos que ocupan puestos de responsabilidad deben ser preparados cuidadosamente para su actividad política, económica y social con una sólida formación en la doctrina social de la Iglesia, para que sean testigos fieles del Evangelio en su ámbito de acción.172

Catequistas

91. «El papel de los catequistas ha sido y continúa siendo determinante en la fundación y extensión de la Iglesia en África. El Sínodo recomienda que los catequistas no sólo se beneficien de una perfecta preparación inicial (...), sino que continúen también recibiendo una formación doctrinal y un apoyo moral y espiritual».173 Tanto los Obispos como los sacerdotes deben tener una consideración especial para sus catequistas, procurando que tengan condiciones dignas de vida y trabajo, de modo que puedan cumplir bien su misión. Su labor debe ser reconocida y estimada dentro de la comunidad cristiana.

La familia

92. El Sínodo ha hecho una llamada explícita para que cada familia cristiana se convierta en «un lugar privilegiado de testimonio evangélico»,174 una verdadera «iglesia doméstica»,175 una comunidad que cree y evangeliza,176 una comunidad en diálogo con Dios 177 y generosamente abierta al servicio del hombre.178 «En el seno de la familia los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe».179 «Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, "en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras". El hogar es así la primera escuela de la vida cristiana y "escuela del más rico humanismo"».180

Los padres deben preocuparse de la educación cristiana de sus hijos. Con la ayuda concreta de familias cristianas estables, serenas y comprometidas, las diócesis podrán planificar el apostolado familiar en el marco de la pastoral de conjunto. Como «iglesia doméstica», construida sobre sólidas bases culturales y sobre los ricos valores de la tradición familiar africana, la familia cristiana está llamada a ser una célula válida de testimonio cristiano en la sociedad marcada por rápidos y profundos cambios. El Sínodo ha sentido esta llamada con particular urgencia en el contexto del Año de la Familia, que la Iglesia estaba celebrando entonces junto con toda la comunidad internacional.

Jóvenes

93. La Iglesia en África sabe bien que la juventud no es sólo el presente, sino sobre todo el futuro de la humanidad. Es necesario, pues, ayudar a los jóvenes a superar los obstáculos que frenan su desarrollo: el analfabetismo, la ociosidad, el hambre y la droga.181 Para hacer frente a estos desafíos, se debe llamar a los jóvenes a ser evangelizadores de su ambiente. Nadie puede serlo mejor que ellos. Es necesario que la pastoral de la juventud esté presente de modo explícito en el conjunto de la pastoral de las diócesis y de las parroquias, para ofrecer a los jóvenes la ocasión de descubrir muy pronto el valor de la entrega de sí mismos, camino esencial para el desarrollo de la persona.182 A este propósito, la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud se presenta como un medio privilegiado de pastoral de la juventud, que favorece su formación mediante la oración, el estudio y la reflexión.

Hombres y mujeres consagrados

94. «En una Iglesia Familia de Dios, la vida consagrada tiene un papel particular, no sólo para mostrar a todos una llamada a la santidad, sino también para testimoniar la vida fraterna en la comunidad. Por consiguiente, se invita a los consagrados a responder a su vocación en espíritu de

comunión y de colaboración con los respectivos Obispos, con el clero y los laicos».183

En las condiciones actuales de la misión en África, urge la promoción de vocaciones religiosas a la vida contemplativa y activa, haciendo en primer lugar selecciones prudentes y dando después una sólida formación humana, espiritual y doctrinal, apostólica y misionera, bíblica y teológica. Esta formación debe renovarse en el curso de los años, con constancia y regularidad. Para la fundación de nuevos Institutos religiosos, se ha de proceder con gran prudencia y claro discernimiento, teniendo en cuenta los criterios indicados por el Concilio Vaticano II y las normas canónicas vigentes.184 Los Institutos, una vez fundados, deben ser ayudados a adquirir la personalidad jurídica y a alcanzar la autonomía en la gestión tanto de sus propias obras como de sus respectivos ingresos financieros.

La Asamblea sinodal, después de hacer presente que «los Institutos religiosos que no tienen casas en África» no deben sentirse autorizados a «buscar nuevas vocaciones sin un diálogo previo con el Ordinario del lugar»,185 exhortó a los responsables de las Iglesias locales, y también de los Institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida apostólica, a promover entre sí el diálogo para crear, en el espíritu de la Iglesia Familia, grupos mixtos que trabajen de acuerdo como testimonio de fraternidad y signo de unidad al servicio de la misión común.186 En esta perspectiva, he acogido la invitación de los Padres sinodales a revisar también, si es necesario, algunos puntos del documento Mutuae relationes 187 para una mejor definición del papel de la vida religiosa en la Iglesia local.188

Futuros sacerdotes

95. «Hoy más que nunca —afirmaron los Padres sinodales— hay que preocuparse de formar a los futuros sacerdotes en los verdaderos valores culturales de sus respectivos países, en el sentido de la honestidad, responsabilidad y fidelidad a la palabra dada. Deben ser formados para que tengan las cualidades de representantes de Cristo, verdaderos servidores y animadores de comunidades cristianas (...) de modo que sean sacerdotes espiritualmente firmes y disponibles, entregados a la causa del Evangelio, capaces de administrar con trasparencia los bienes de la Iglesia y llevar una vida sencilla, de acuerdo con su ambiente».189 Aun respetando las tradiciones propias de las Iglesias orientales, se ha de formar a los seminaristas de modo «que adquieran una verdadera madurez afectiva y tengan las ideas claras y una íntima convicción sobre el vínculo que hay entre el celibato y la castidad del sacerdote»;190 además, deben «recibir una formación adecuada sobre el sentido y el lugar de la consagración a Cristo en el sacerdocio».191

Diáconos

96. Allí donde las condiciones pastorales se presten a la estima y comprensión de este antiguo ministerio en la Iglesia, las Conferencias y las Asambleas episcopales estudiaran los modos más adecuados para promover y estimular el diaconado permanente «como ministerio ordenado y también como medio de evangelización».192 Y donde ya existan los diáconos, se procurará ofrecerles una formación permanente orgánica y completa.

Sacerdotes

97. La Asamblea sinodal, profundamente agradecida a todos los sacerdotes, diocesanos y miembros de Institutos, por la obra apostólica desarrollada por ellos, y consciente de las exigencias de la evangelización de los pueblos de África y Madagascar, les exhortó a vivir la «fidelidad a su vocación, en la entrega total de sí mismos a la misión y en comunión plena con el propio Obispo».193 Es un deber de los Obispos cuidar la formación permanente de los sacerdotes, sobre todo en los primeros años de ministerio,194 ayudándolos especialmente a profundizar en el significado del sagrado celibado y perseverar en su fiel adhesión al mismo, reconociendo «el extraordinario don que Dios les ha dado, y que el Señor alaba tan claramente, y que tengan también presentes los grandes misterios que se expresan y se realizan en él».195 En este proceso formativo debe reservarse también atención a los sanos valores del ambiente de vida de los sacerdotes. Es oportuno recordar, además, que el Concilio Vaticano II ha animado a los presbíteros a llevar «una cierta vida común», es decir una comunidad de vida manifestada de diversos modos sugeridos por las necesidades personales y pastorales concretas. Esto ayudará a fomentar la vida espiritual e intelectual, la acción apostólica y pastoral, la caridad y la solicitud recíproca, especialmente en relación con los sacerdotes ancianos, enfermos o en dificultad.196

Obispos

98. Los Obispos mismos deben tener gran cuidado en apacentar la Iglesia que Dios se adquirió con la sangre de su propio Hijo, cumpliendo así el encargo confiado a ellos por el Espíritu Santo (cf. Hch 20, 28). Dedicados, según la recomendación conciliar, a «prestar atención a su misión apostólica como testigos de Cristo ante los hombres»,197 deben ejercer personalmente, colaborando confiadamente con el presbiterio y con los demás agentes pastorales, el insustituible servicio de la unidad en la caridad, atendiendo con solicitud los ministerios de la enseñanza, de la santificación y del gobierno pastoral. Han de procurar atender además a la profundización de su cultura teológica y al afianzamiento de su vida espiritual, participando, en cuanto sea posible, en las jornadas de actualización y de formación organizadas por las Conferencias episcopales o por la Sede Apostólica.198 Nunca han de olvidar, en particular, la exhortación de san Gregorio Magno, según la cual el pastor es luz de sus fieles sobre todo por una conducta moral ejemplar e impregnada de santidad.199

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