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§57.- La Vida Religiosa. Ordenes Mendicantes

Mientras en las herejías mencionadas, en la figura de Federico II y en la literatura se preparó y en parte se realizó la indicada disolución de lo genuinamente medieval, apuntándose a la vez en ello algo nuevo, se desarrollaron también otros elementos de orientación distinta, a veces opuesta, que directamente tendían a profundizar y enriquecer lo auténticamente medieval, es decir, lo religioso-eclesiástico.

Desde el comienzo de la Edad Media y luego desde el renacimiento de Cluny y sus instituciones paralelas, las diferentes órdenes habían realizado un trabajo enorme. Pero también había crecido su poder y su riqueza; por eso estaban un tanto secularizadas; o bien, por su cambio de estructura (abandono del trabajo corporal; predominio del culto), había disminuido su fecundidad. Cîteaux, como rigurosa reforma monástica, había permanecido dentro del marco de lo tradicional y transmitido una gran cantidad de nuevos impulsos; pero su época creadora había pasado. Las órdenes caballerescas habían ido sustituyendo cada vez más el ideal de la piedad por objetivos políticos y militares. Pero la fuerza interior de la Iglesia se había conservado intacta: el monacato no sólo volvió a renovarse, sino que precisamente ahora (al sentir que el mundo envejecía = iam senescente) desplegó por vez primera, y con nuevas formas, toda la riqueza de su ideal ascético. Los principales representantes de este impulso fueron san Francisco de Asís y santo Domingo, cuyas respectivas órdenes muy pronto descubrieron su afinidad. Este auge representó, por el mero hecho de su existencia, una crítica áspera y efectiva al estado y a las formas de vida de la Iglesia de entonces, pero no tuvo en absoluto un sentido polémico (como ya pudimos comprobar en Bernardo), sino que brotó, majestuosa y positivamente, de su propio medio. Especialmente la obra de Francisco fue una verdadera creación.

Tanto en Domingo como en Francisco lo nuevo caló tan hondo que es preciso distinguirlo hasta de lo nuclear del monacato tradicional si no se quiere falsear sus intenciones. Las nuevas órdenes guardaron cierta afinidad con el antiguo monacato; no obstante, lo que las hizo nuevas y «no monásticas» fue que en ellas había una unión oficial del estado de vida regular[32] con el ministerio pastoral de la cura de almas, la predicación y la enseñanza.

Notas

[32] Más tarde se podrá hablar de un estado de «voto»; Francisco, en cambio, no habla ni una sola vez de votum, sino siempre de «prometer» (promittere), es decir: prometer la regla.

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